Publicado en "La Nueva España" (7-1-2014)
Si
siempre hubo que agudizar el instinto para ganarse las habichuelas, con más
motivo, en tiempos de crisis, donde nuestra capacidad de consumo escasea o, a
veces, por desgracia, falta. Y así no tiene que sorprendernos que los dos
recursos más socorridos que usan los ciudadanos para matar, nunca mejor dicho, el
tiempo, son el paseo y la televisión – recientemente se aireó el tiempo medio
que dedica el español a verla y dio la sorprendente cifra de 4 horas y tres
minutos al día-. Yo, aunque paseo y quizás no tanto como debo, resisto el
empuje televisivo y en mi tiempo libre leo, pues con razón decía Gracián que” es
mejor el ocio bien empleado que el negocio, ya que sólo poseemos tiempo: lo
tiene hasta quien no tiene nada”.
El paseo tiene dos vertientes: el paseo
urbano como sería recorrer las calles de mi ciudad y sus lugares más típicos, o
bien las sendas, que prudentemente han ejecutado nuestros políticos en previsión
de nuestra envejecimiento – la media de edad de cada asturiano es de casi 47
años- y con la intención de inaugurarlo antes de las elecciones, en busca del
ansiado voto. De ahí que yo rogaría que ahora que se debaten los presupuestos, éstos
tengan una partida destinada a la sujeción de baldosas, pues es muy
desagradable mojarse los calcetines al pisar una suelta, y que se adecenten las
sendas. Que haya más o menos paseantes por una ciudad depende de la comodidad
de la misma y no siempre de su orografía, o dicho de otro modo, hay ciudades para
ser paseadas, que animan a pasear, y otros que no. Y este es el privilegio que
tiene nuestra capital, Oviedo, que a pesar de ser conocida como la ciudad de
las colinas, anima a ser visitada y paseada, siempre en todas las épocas, pero
especialmente por Navidad y siempre que el tiempo lo permita, tal como he hecho
este domingo, 29 de Diciembre, festividad de la Sagrada Familia.,
donde el sacerdote nos recuerda la importancia que tuvo y está teniendo la
familia en la lucha contra el paro, la miseria, y nos recomienda a todos los
fieles la necesidad de preservarla y proteger su intimidad, algo que no siempre
se ha hecho, y basta para ello lamentar la ausencia de políticas de apoyo a la
natalidad-no se garantiza el relevo generacional- y la escasez de medios
concedidos a las familias numerosas, o familias con tres hijos o más..
Mi
recorrido por las calles de Oviedo arranca desde la calle Pérez de la Sala donde se nos ofrece una
vista imponente de la espectacular torre de la Catedral , casi colgada en
el aire en una mañana fría y soleada, con un azul brillante. Al llegar a la calle del Rosal, es visita
obligada el mercado del Fontán que en un
domingo como hoy, cambia las verduras, lechugas y demás productos de huerta,
por enseres de viejo, antigüedades, textil , recambios de radio, electricidad,
campanas pequeñas, o tenderetes de libros donde además de los sobrantes de
grandes ediciones a precios asequibles, uno encuentra sorpresas como poemas y artículos de Pemán, Adelflor,
Julio Camba, César
González Ruano o el
importante libro de “Notas para una monografía de Siero”, de Fausto Vigil entre
otros y a unos precios altos que obligan al regateo. Después salida hacia la
plaza de la Constitución
o del Ayuntamiento y a través de la calle Cimadevilla hacía la Plaza de la Catdral donde la Asociación de
Belenista, como viene siendo tradicional , nos muestras las novedades de la
imagenería de Olot,- donde se demuestra que la patria del arte es el
sentimiento transformado en belleza, en calidad, en sugerencia personal-, y a pesar del frío que los rayos del sol atenúan,
la gente se aglutina para observar las particularidades de las figuras
expuestas o el soberbio palacio de Herodes, personaje oportunamente recordado
en los últimos días en muchos los medios de comunicación. Después Plaza
Porlier, calle Argüelles y por último, Plaza Longoria Carvajal, donde el
villancico se transforma a veces en bolero, en melodía caribeña, y todo gracias
a un cantor ambulante, que apoyado en una farola y expuesto a los rayos del
sol, para trabajar más calentito, va desgranando su repertorio mientras el público
arroja su donativo a su raído sombrero. Por toda la calle Caveda se oye , con
cierto tono operístico, esa bella canción que titula este artículo “Estoy tan
enamorado de la negra Tomasa, que cuando se va de casa triste me pongo…”
Han
pasado las horas y el martilleo de la “negra Tomasa” me lleva a escribir estas
letras y a emborronar en papel las vivencias de una jornada, tranquila y al
mismo tiempo bulliciosa, pero no exenta
de artificio, de ensueños, con multitud de personajes y donde los protagonistas
son José tirando del ronzal de su asno,
acompañado de su esposa, María, y la negra Tomasa y mi pregunta es :¿Qué tiene
que ver la negra Tomasa con la Sagrada
Familia ?.
Una posible respuesta la encuentro en el
Evangelio de San Lucas, del día de hoy que dice: Ana, la hija de Fanuel daba gracias a Dios y
hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario