sábado, 17 de octubre de 2015

De profesión: oyente.



A finales de la época de Franco y a principios de la Transición se extendió en el mundo educativo la figura del oyente, aquel alumno que  podía seguir las clases del curso superior y no regularizar su situación y asistir a exámenes, mientras no superase ciertas trabas o limitaciones de su expediente. Era una medida para aliviar las tensiones educativas y dejar un margen para la esperanza, era como si dijéramos una segunda oportunidad. Han pasado casi cuarenta años y cada vez se extiende más la figura del oyente en la sociedad española, hasta el extremo que afecta a la esencia de esta misma democracia que ilusionadamente nos hemos dado a finales de los 70, y basta para ello hacer una análisis de la fuerza y papel que desempeña el voto que dejamos en la urna, y que después de las protestas y rechazos que genera  y a pesar de las mayorías absolutas de unos y otros siempre queda como asignatura pendiente, sin resolver, la elaboración de una nueva ley electoral  ¿Por qué? ¿A quién le interesa que la sociedad siga en su papel de oyente?

En épocas de prisas, cambios y ruidos  es difícil encontrar un hueco para escuchar, y eso que últimamente ya hay ordenanzas contra el ruido y hasta no faltan  pantallas para mitigarlo  en las localidades próximas a las autopistas, pero  aun   así ,  con esto no basta, pues ya nos hemos acostumbrado tanto a él que lo necesitamos, hemos llegado a mutilarnos, bien a través de auriculares de radio, de móvil o de la televisión. Nos pone nerviosos el silencio.

 Estos últimos años al empezar el curso siempre recordaba a mis alumnos la importancia de escuchar, de valorar aquellos mensajes que nos llegan y les decía que, a veces, nos vienen las sugerencias  interesantes de quien menos pensábamos, y que , por desgracia, de quienes presuponemos cierto nivel y preparación no siempre nos llegan, de ahí la importancia de tener los oídos disponibles . Les decía que  quien no escucha, no avanza y crece como persona, y no ejercita el sentido común, herramienta necesaria para andar por la vida y cuyo contenido no se aprende sólo en los libros .

En las épocas menos técnicas y más pegadas al ser humano siempre se dio importancia al oído, hasta el extremos que en pleno auge del Imperio Español, en aquella época donde el sol no se ponía en los dominios de España, existía la figura del “oidor” o asesor del Rey, que tuvieron una vertiente judicial - dictar sentencias, sancionar- , y que en la América Hispana fueron los más estrechos colaboradores del virrey, hasta el extremo que podían suplir temporalmente a éste , en caso de fallecimiento. Cuentan los documentos de la época y cuando ya el Imperio estaba más afianzado, que siempre que llegaban a las Audiencias de América los mandamientos del Consejo de Indias, algunas veces elaborados y dictados con desconocimiento del lugar donde se tenía que aplicar, los Oidores, en señal de acatamiento, ponían los papeles sobre su cabeza y  exclamaban: "Se obedecen, pero no se cumplen". Adentrándose  más en el tiempo la palabra "oidor" ya es utilizada por el apóstol Santiago en su Epístola cuando dice:"sed hacedores de la palabra, y no sólo oidores, engañándoos a vosotros mismos".

Esta imagen o hecho histórico me da pie a pensar que esto  todavía sucede en la época actual en muchas esferas del poder,  donde rige el principio de “Quien se mueve no sale en la foto” y si no que se lo pregunten a los socialistas que con su silencio han llevado a España a una de las épocas más nefastas de nuestra historia reciente (Zapatero 2004-2011), o más recientemente al inexplicable silencio e inercia  del PP ante los continuos fracasos electorales.  Y es precisamente  esta inoperancia y ausencia de debate, de autocrítica,  la que ha dado alas a las nuevas fuerzas políticas emergentes, con los riesgos que alguna de ellas trae, basta con fijarse en la injusta campaña que se está dando en Oviedo  con la Institución de los Premios Princesa de Asturias,  y es esta inmovilidad y cerrazón la que desespera al ciudadano y le aleja de las urnas, cuando no castiga.

La sociedad española que ha padecido y padece la miseria y paro de muchas de sus gentes y las múltiples  vicisitudes que acarrea el vivir, no puede ser un mero espectador, un mero testigo de la vida española, tiene que ser protagonista y para esto sólo se necesita una información objetiva y veraz que nos facilite el derecho a decidir nuestro futuro, con un mínimo de garantías. Después de treinta y nueve años de Democracia, creo que  ya tenemos merecido que se nos considere adultos y humanos.


                                            José Antonio Noval Cueto.

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