A finales de la época de Franco y a principios de la Transición
se extendió en el mundo educativo la figura del oyente, aquel alumno que podía seguir las clases del curso superior y
no regularizar su situación y asistir a exámenes, mientras no superase ciertas
trabas o limitaciones de su expediente. Era una medida para aliviar las
tensiones educativas y dejar un margen para la esperanza, era como si dijéramos
una segunda oportunidad. Han pasado casi cuarenta años y cada vez se extiende
más la figura del oyente en la sociedad española, hasta el extremo que afecta a
la esencia de esta misma democracia que ilusionadamente nos hemos dado a
finales de los 70, y basta para ello hacer una análisis de la fuerza y papel que
desempeña el voto que dejamos en la urna, y que después de las protestas y
rechazos que genera y a pesar de las mayorías
absolutas de unos y otros siempre queda como asignatura pendiente, sin resolver, la elaboración de una nueva ley electoral ¿Por qué? ¿A quién le interesa que la
sociedad siga en su papel de oyente?
En épocas de prisas, cambios y ruidos es difícil encontrar un hueco para escuchar, y
eso que últimamente ya hay ordenanzas contra el ruido y hasta no faltan pantallas para mitigarlo en las localidades próximas a las autopistas,
pero aun así , con esto no basta, pues ya nos hemos
acostumbrado tanto a él que lo necesitamos, hemos llegado a mutilarnos, bien a
través de auriculares de radio, de móvil o de la televisión. Nos pone nerviosos
el silencio.
Estos últimos años al
empezar el curso siempre recordaba a mis alumnos la importancia de escuchar, de
valorar aquellos mensajes que nos llegan y les decía que, a veces, nos vienen
las sugerencias interesantes de quien
menos pensábamos, y que , por desgracia, de quienes presuponemos cierto nivel y
preparación no siempre nos llegan, de ahí la importancia de tener los oídos
disponibles . Les decía que quien no
escucha, no avanza y crece como persona, y no ejercita el sentido común,
herramienta necesaria para andar por la vida y cuyo contenido no se aprende
sólo en los libros .
En las épocas menos técnicas y más pegadas al ser humano
siempre se dio importancia al oído, hasta el extremos que en pleno auge del
Imperio Español, en aquella época donde el sol no se ponía en los dominios de
España, existía la figura del “oidor” o asesor del Rey, que tuvieron una
vertiente judicial - dictar sentencias, sancionar- , y que en la América
Hispana fueron los más estrechos colaboradores del virrey, hasta el extremo que
podían suplir temporalmente a éste , en caso de fallecimiento. Cuentan los
documentos de la época y cuando ya el Imperio estaba más afianzado, que siempre
que llegaban a las Audiencias de América los mandamientos del Consejo de
Indias, algunas veces elaborados y dictados con desconocimiento del lugar donde
se tenía que aplicar, los Oidores, en señal de acatamiento,
ponían los papeles sobre su cabeza y exclamaban: "Se obedecen, pero
no se cumplen". Adentrándose más en el tiempo la palabra "oidor" ya es utilizada por el apóstol Santiago en su Epístola cuando dice:"sed hacedores de la palabra, y no sólo oidores, engañándoos a vosotros mismos".
Esta imagen o hecho histórico me da pie a pensar que esto todavía sucede en la época actual en muchas
esferas del poder, donde rige el
principio de “Quien se mueve no sale en la foto” y si no que se lo pregunten a
los socialistas que con su silencio han llevado a España a una de las épocas
más nefastas de nuestra historia reciente (Zapatero 2004-2011), o más
recientemente al inexplicable silencio e inercia del PP ante los continuos fracasos electorales.
Y es precisamente esta inoperancia y ausencia de debate, de
autocrítica, la que ha dado alas a las
nuevas fuerzas políticas emergentes, con los riesgos que alguna de ellas trae,
basta con fijarse en la injusta campaña que se está dando en Oviedo con la Institución de los Premios Princesa de
Asturias, y es esta inmovilidad y
cerrazón la que desespera al ciudadano y le aleja de las urnas, cuando no
castiga.
La sociedad española que ha padecido y padece la miseria y
paro de muchas de sus gentes y las múltiples vicisitudes que acarrea el vivir, no puede ser
un mero espectador, un mero testigo de la vida española, tiene que ser protagonista
y para esto sólo se necesita una información objetiva y veraz que nos facilite el
derecho a decidir nuestro futuro, con un mínimo de garantías. Después de
treinta y nueve años de Democracia, creo que ya tenemos merecido que se nos considere adultos y humanos.
José Antonio Noval Cueto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario