sábado, 3 de octubre de 2015

“España nos roba…”

Cada vecino, cada ciudadano español encaró el 27 de setiembre , día de las Elecciones catalanas, de diferentes maneras, aunque supongo que todos ya saciados de tanta pasión de catalanes y de sus locuras y engaños (periódicos, tertulias, políticos),  que de momento, afortunadamente, no han dado el fruto deseado: romper a España, mientras aún perdura en el ambiente esa falsa denuncia, queja de “España, nos roba”.

Para esta travesía electoral me abastecí de un libro clásico de la literatura catalana “El cuaderno gris”, del escritor ampurdanés Josep Pla, que trasmite en una prosa trabajada y morosa sus vivencias y pensamientos de los años 1918 y 1919, especialmente su etapa de juventud y su estancia de estudiante de Derecho en Barcelona. Era una deuda pendiente que quería saciar en plena campaña de las elecciones catalanas y me ayudó a comprender mejor el fenómeno que cíclicamente nos invade: España nos roba… y digo lo de cíclicamente porque ya Pla  nos dice que allá por el año 1919 “Las cosas políticas del país evolucionan en un sentido insospechado, unos meses atrás  se hubieran contentado con una reforma administrativa”. Han pasado casi cien años y la situación no mejora, y eso que por el medio hubo una Guerra Civil. En el trascurso de su lectura pensé que me encontraría con singularidades que justificasen una independencia, pero, ingenuo de mi, me encontré con paisaje mediterráneo y organillos en la calle  Aribau, famosa posteriormente porque en ella vivió Andrea, la joven estudiante mallorquina protagonista de una de las mejores novelas de postguerra , de título “Nada” , de Carmen Laforet, Premio Nadal 1945. Uno pensaba que los organillos estaban adscritos al chotis madrileño o al tango argentino, pero descubre que también tenían su importancia en Barcelona  y que incluso hubo destacados artesanos catalanes dedicados a su construcción y que las tres excelencias gastronómicas de Barcelona son el pan, las alubias y el bacalao, y que por aquella época, en la comarca del Ampurdan, las homilías de las misas patronales de las localidades se daban en castellano, pues así lo prefería el pueblo, ya que  el catalán era una lengua difícil y poco ágil, le faltaba cultivo, "es un campo arado superficialmente", según palabras del autor. A todo esto no viene mal recordar que Barcelona fue escenario de los últimos episodios del  Quijote, donde el Caballero de la Triste Figura se enfrenta al Caballero de la Blanca Luna , y en Barcelona , recién llegados los Reyes Católicos tras la toma de Granada, un payes de nombre Juan de Cañamares atentó contra el rey Fernando el Católico, el 7 de diciembre de 1492, hiriendo al monarca.

Una vez más afortunadamente el seny catalán, que en palabras de Pla “ parece una forma comercial , positiva, del escepticismo”, ha impedido la tragedia y ha dicho que no quiere independencias, que si siempre ha vivido bajo el cobijo de aragoneses y castellanos, de españoles en general, no puede renunciar a su pasado, a sus orígenes, pues sería lo mismo que despreciar el futuro. Una vez más se ha comprobado la disociación que hay entre sociedad y políticos, ocupados estos últimos en tapar sus vergüenzas, sus corrupciones y dejar al pueblo a la intemperie. Una vez más se demuestra que la política exige dignidad, trabajo, estudio, imaginación y que frente al relato tendencioso de unos, los de la  Independencia sí y sí y de la España nos roba, tiene que erigirse el relato de la verdad, de los no independentistas, los que denuncien con hechos que la diferencia de 16.000 millones de euros que reclaman sólo sería posible si los servicios que tienen que prestar se los pagan otros  o que si van jugadores catalanes a la selección es por su calidad y entrega, no para españolizar lo que siempre ha sido España, como ha llegado a airear alguna osada independentista.

Visto lo visto, a no dormirse y a hacer los deberes y a defender la dignidad de todos los españoles y al decir españoles incluyo a todas las autonomías. No quisiera concluir este escrito sin felicitar a don Josep Borrell y a don Joan Llorach por su claro y ágil libro “Las cuentas y los cuentos de la independencia”. ¡Lástima que no se hubiera publicado antes!


                                                    José Antonio Noval Cueto.

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