“España nos roba…”
Cada vecino, cada ciudadano español encaró el 27 de setiembre
, día de las Elecciones catalanas, de diferentes maneras, aunque supongo que todos
ya saciados de tanta pasión de catalanes y de sus locuras y engaños
(periódicos, tertulias, políticos), que
de momento, afortunadamente, no han dado el fruto deseado: romper a España,
mientras aún perdura en el ambiente esa falsa denuncia, queja de “España, nos
roba”.
Para esta travesía electoral me abastecí de un libro clásico
de la literatura catalana “El cuaderno gris”, del escritor ampurdanés Josep
Pla, que trasmite en una prosa trabajada y morosa sus vivencias y pensamientos de
los años 1918 y 1919, especialmente su etapa de juventud y su estancia de estudiante
de Derecho en Barcelona. Era una deuda pendiente que quería saciar en plena
campaña de las elecciones catalanas y me ayudó a comprender mejor el fenómeno que
cíclicamente nos invade: España nos roba… y digo lo de cíclicamente porque ya
Pla nos dice que allá por el año 1919 “Las
cosas políticas del país evolucionan en un sentido insospechado, unos meses atrás
se hubieran contentado con una reforma
administrativa”. Han pasado casi cien años y la situación no mejora, y eso que por
el medio hubo una Guerra Civil. En el trascurso de su lectura pensé que me
encontraría con singularidades que justificasen una independencia, pero,
ingenuo de mi, me encontré con paisaje mediterráneo y organillos en la calle Aribau, famosa posteriormente porque en ella
vivió Andrea, la joven estudiante mallorquina protagonista de una de las
mejores novelas de postguerra , de título “Nada” , de Carmen Laforet, Premio
Nadal 1945. Uno pensaba que los organillos estaban adscritos al chotis
madrileño o al tango argentino, pero descubre que también tenían su importancia
en Barcelona y que incluso hubo destacados
artesanos catalanes dedicados a su construcción y que las tres excelencias
gastronómicas de Barcelona son el pan, las alubias y el bacalao, y que por
aquella época, en la comarca del Ampurdan, las homilías de las misas patronales
de las localidades se daban en castellano, pues así lo prefería el pueblo, ya
que el catalán era una lengua difícil y
poco ágil, le faltaba cultivo, "es un campo arado superficialmente", según
palabras del autor. A todo esto no viene mal recordar que Barcelona fue
escenario de los últimos episodios del
Quijote, donde el Caballero de la Triste Figura se enfrenta al Caballero
de la Blanca Luna , y en Barcelona , recién llegados los Reyes Católicos tras
la toma de Granada, un payes de nombre Juan de Cañamares atentó contra el rey
Fernando el Católico, el 7 de diciembre de 1492, hiriendo al monarca.
Una vez más afortunadamente el seny catalán, que en palabras de Pla “ parece una
forma comercial , positiva, del escepticismo”, ha impedido la tragedia y ha
dicho que no quiere independencias, que si siempre ha vivido bajo el cobijo de
aragoneses y castellanos, de españoles en general, no puede renunciar a su
pasado, a sus orígenes, pues sería lo mismo que despreciar el futuro. Una vez
más se ha comprobado la disociación que hay entre sociedad y políticos,
ocupados estos últimos en tapar sus vergüenzas, sus corrupciones y dejar al
pueblo a la intemperie. Una vez más se demuestra que la política exige
dignidad, trabajo, estudio, imaginación y que frente al relato tendencioso de
unos, los de la Independencia sí y sí y
de la España nos roba, tiene que erigirse el relato de la verdad, de los no
independentistas, los que denuncien con hechos que la diferencia de 16.000
millones de euros que reclaman sólo sería posible si los servicios que tienen
que prestar se los pagan otros o que si
van jugadores catalanes a la selección es por su calidad y entrega, no para
españolizar lo que siempre ha sido España, como ha llegado a airear alguna
osada independentista.
Visto lo visto, a no dormirse y a hacer los deberes y a
defender la dignidad de todos los españoles y al decir españoles incluyo a
todas las autonomías. No quisiera concluir este escrito sin felicitar a don
Josep Borrell y a don Joan Llorach por su claro y ágil libro “Las cuentas y los
cuentos de la independencia”. ¡Lástima que no se hubiera publicado antes!
José Antonio Noval Cueto.
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