Superada la etapa de los tebeos, del capitán Trueno, del
Jabato o de las Hazañas Bélicas, nuestra adolescencia se abastecía de las
películas de cine, bélicas, históricas, patriotas o del oeste, o bien de las
lecturas del Coyote o de las novelas de Marcial Lafuente Estefania, con aquel
protagonista de siete pies de altura, atractivo y bueno que enamora a la
ranchera acorralada por el mal y que resolvía sus problemas gracias a su habilidad
con el revólver. En los quioscos de prensa, de chucherías y en Lugones, el bazar de
García, se intercambiaban novelas a un
módico precio de cinco pesetas. Los hombres preferían las del oeste; las
mujeres, más sentimentales, las de trama
romántica, amorosa, especialmente las de la Corín Tellado. Mientras esto
ocurría, se iba implantando poco a poco
la red de bibliotecas en nuestra provincia, con el consiguiente auge de lectura
y cultura.
De aquella época y gracias a las muchas veces que su figura
fue recreada en el celuloide – la primera
en el año 1941, nominada para el Oscar a la mejor fotografía, fue dirigida por
David Miller- perdura en nosotros la leyenda de Bill el Niño que periódicamente
reaparece en nosotros por diferentes motivos y cuando aún no existe unanimidad en torno al mismo , pues su valoración oscila de villano a héroe,
de caballero andante a ángel negro.
En estos últimos tiempos el nombre de Billy el Niño ha vuelto
ser noticia en los medios. En primer lugar para referirse a un inspector de
policía que lleva este sobrenombre y que es reclamado por la justicia argentina;
más recientemente, hace escasos días, para comunicarnos que una foto suya, del
auténtico Billy el Niño, jugando con sus compinches a croquet en 1878, está
valorada en la actualidad en 5 millones de dólares. No es la única fotografía que
existe de Billy, pero sí quizás la más antigua, y digo esto porque en 2007 ya
se subastó otra, de finales de 1880 , por el estimable precio de 2,3 millones de
dólares. Y en estos momentos en que
escribo mi sorpresa va a más, cuando uno de los relatos de “Historia Universal
de la Infamia”, de Jorge Luis Borges, titulado “El asesino desinteresado Bill
Harrigan”, se centra en el mítico Billy el Niño. No hay duda que la influencia
británica del autor le ha llevado a dedicar un espació a este bandolero,
pistolero zurdo , según la tradición, que tiene en su haber el mérito, entre
comillas, de haber matado a 21 personas en sus 21 años de vida – todo esto
según la leyenda-, pues a día de hoy no hay unanimidad entre los historiadores,
y hay quien afirma que no murió un julio de 1881, sino que falleció como granjero a los 90 años .
Lo que no tiene ninguna duda es que este neoyorquino, de
infancia desventurada y casi diríamos trágica, se estableció en la zona de
Nuevo México, que las costumbres hispanas y el idioma español fueron parte
fundamental de su vida, hasta el punto que su lectura preferida era “La
conquista de México”, escrita por Hernán Cortés, e incluso se dice, no sé si es leyenda o realidad, que sus últimas palabra fueron en español. Sea por lo
que sea, su persona sigue captando adeptos, hasta el extremo que el gobierno de
Nuevo México estuvo a punto de concederle un indulto póstumo en el año 2010,
algo que conseguirá no tardando mucho en cuanto se disipen algunas dudas sobre
la certeza de los hechos que se le imputan acerca del número de víctimas, si fueron en defensa propia y
forzado por las circunstancias en unos tiempos difíciles, en tierra de frontera-
después de la independencia de España en 1824, se producen litigios entre
Méjico y Estados Unidos para hacerse con el territorio- . Lo que si parece que no fue maltratador de
mujeres y que nunca ejerció su violencia sobre niños y personas desvalidas.
En España ,tierra de El
Pernales, El Tempranillo, Luis Candelas y Curro Jiménez entre otros muchos, tiene últimamente muchos
seguidores el ladrón de guante blanco, quien sin pegar un tiro y sin aparente violencia a través de escritos, empresas virtuales, sonrisas y contactos , está dejando agotadas las reservas del Estado y los problemas sin resolver, con las lógicas consecuencias de quejas
,llantos, separaciones, desesperaciones, violencia y muerte, y si no que se lo
pregunten al sufrido pueblo español.
En tiempos de desilusión, paro, miseria y fragmentación territorial
, y cuando más necesitados estamos de esperanza, de
confianza , no viene mal
recordar que este belicoso "hispanista" apodado Billy el Niño nos tenía en estima y quizás esto ha contribuido a que lo español
cotice mucho en el mismo Nueva York, su ciudad natal, y con la ventaja que esto supone, pues triunfar allí, es triunfar en el mundo. De lo expuesto se deduce que hay muchas formas de ejercer la violencia, y todas perniciosas, ya con el revólver, colt 45 en la época de Billy, ya con papel, pluma, sonrisa y móvil, propia de estos tiempos. Víctimas, todos.
José Antonio Noval Cueto
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