¿Los mejores profesores? Los niños. Esta frase de una conocida oración de la
madre Teresa de Calcuta golpea en mi cabeza mientras escribo estas letras, y
todo ello debido a una experiencia personal vivida en mi clase de Literatura el
pasado martes, 30 de enero, a las 10 de la mañana. Y todo ello por la lectura
una redacción que había mandado para el
fin de semana bajo el título genérico de “Lo que me preocupa”, con el fin de
que cada uno la hiciera de la manera más personal y creativa. Mi alumno Álvaro,
de dieciséis años, aficionado a la música “rap”, convirtió la redacción en una
canción “rap”, con un contenido pensado y muy positivo, que nos sorprendió a
todos y más aún cuando él mismo la interpretó.
Pero afortunadamente llegó la palabra, en boca de un
adolescente, Álvaro, que a través de sus letras, cambió la curvatura y todos, sus
compañeros y yo, atentos, escuchamos su receta, la solución a nuestros males y
problemas, que empezaba con las conocidas palabras machadianas de “Caminante no
hay camino, se hace camino” y su noble deseo de un mundo mejor , pero para ello
debe existir una “auténtica” libertad de expresión, pluralismo, tolerancia,
coherencia personal, patriotismo, respeto y protección al débil (niños,
mayores) , en resumen responsabilidad y compromiso real que nos lleve a
denunciar y luchar contra los nuevos y falsos dioses del momento: dinero,
drogas, sexo, mentira… y culto al “yo”. Reinstaurar la “auténtica” cultura del
amor.
A partir de ahí, la sorpresa impregnada de optimismo me hizo
ver que no se puede tirar la toalla, que hay que insistir, que todos, a pesar de los pesares, podemos y
debemos cambiar y mejorar la sociedad, y
así nos lo piden las generaciones venideras.
Hace ya unos años,
concretamente un 22 de enero de 1880, Clarín, en uno de sus célebres
“Paliques” nos informaba que en el Ateneo se discutía si el mundo moderno debía
más a las ciencias naturales que a las morales, y nos decía que una de las
ventajas que habían traído las ciencias naturales era el alumbrado público, pero
él se preguntaba, como ahora nosotros, si “ ¿no será más importante encontrar
al “hombre” que buscaba el filósofo del candil?”
José Antonio Noval Cueto.
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