miércoles, 10 de octubre de 2018

“Las uvas del Lazarillo…”



En un país como el nuestro que ostenta el honroso título de ser el tercer productor de vinos, con 33,6 millones de hectolitros y líder mundial en su comercialización, con 22,1 millones de litros vendidos – son los más baratos-, no tiene que sorprender que hablemos de uvas y siempre que hablamos de uvas sale a relucir la figura de Lazarillo y su astuto y cruel amo, el ciego ,  como  se cuenta graciosamente  en la novela  que da inicio al género picaresco, de autor desconocido, y que titula “El Lazarillo de Tormes”, publicada en 1554 , donde el protagonista es un pícaro, que tiene que buscarse desde la indigencia y abandono un puesto en la sociedad.

Que estamos en un país de pícaros  se hace cada día más evidente, solo basta con leer los titulares de prensa , comprobar en manos de quien estamos y fijarse en las conductas de sus dirigentes, y no me refiero sólo a los políticos, sino a todos aquellos en quienes se presupone una cierta autoridad, dignidad, honradez, saber hacer y prestigio . Quedan lejos los tiempos que se publicitaba aquello de “Hacienda somos todos” – se ve que algunos más que otros- , y sólo de vez en cuando y en una época concreto – la de la declaración y recaudación- se publican – quizás por aquello de pagar el anuncio – los fraudes o impagos con Hacienda de algún deportista, artista,  contratista o dentista…De los políticos cicateros y tramposos que incumplen se dice que ha sido un error, un descuido, un  fallo del asesor, un  no lo sabía, y después con cara de angelito degollado que busca comprensión y perdón, a resistir y exigir a los demás lo que ellos no cumplen, y pasado un tiempo aquí paz y después gloria; y es que eso de pagar no tiene adeptos; siempre se buscan estrategias para pagar menos y a ser posible que nos invite el vecino de al lado o el último que llega,   o como en otras épocas y más ahora que sube la luz: ”Que pague Ruton en el hogar”.

Cada vez son más difusas las fronteras entre el bien y el mal, lo justo y lo injusto, la alabanza o la queja, el mérito o el demérito, el aprobado y el suspenso – ya ni clases de recuperación se necesitan -, el piropo y el acoso... La única norma la utilidad, el me gusta, me conviene, el mero interés personal…Y ejemplos tenemos a montones, desde la virtual Universidad y sus devaluadas titulaciones, que hacen actual   la queja del 98 cuando  decía que la mejor Universidad era una buena biblioteca ; el mundo de la política donde en menos de veinticuatro horas se pasa de  Cortes a cárcel, de diputado a delincuente…o en el mundo de la prensa donde a golpe de publicidad y cheque se encubren o publicitan los méritos o deméritos de uno, y si alguien tiene duda y  tiempo que acuda a las hemerotecas y se encontrará con loas y elogios que avergüenzan y sonrojan…pero, se publicó…¿por qué?... Cada vez es más difícil encontrar  un “sí” o un “no”, razonado, fundamentado, argumentado. Cada vez es más difícil informarse, razonar, escoger y juzgar .  Y en medio estamos nosotros, el pueblo de a pie, el contribuyente que tiene que pedir socorro a la inteligencia cuando le dicen que el dinero público no tiene dueño, que el Acueducto de Segovia es símbolo de la opresión romana o que nadie es responsable de las inversiones fraudulentas ni de sus sobrecostes y mientras en el Paraíso Natural los ríos sin limpiar y las patatas sin sembrar.

¿Quién da más? Cada día vemos la política convertida en lodazal, teatro y barro, y en medio nosotros, el pueblo, el vulgo,  la prole – palabra que según  Clarín  dio origen al término “proletario”- , a quien se le engaña y se le oculta información hasta que los hechos consumados nos lleven y conduzcan al hoyo, al desahucio, al olvido…Últimamente se han puesto de moda en algunos países europeos las carreras de caracoles y aquí, en España, la de mentiras y ya nadie se inmuta, incluso hay quien la busca en la prensa del día para comentarla con los amigos, mientras las hordas intelectuales y científicas guardan un triste y vergonzante  silencio, pues no tienen madera de héroes.

Hace un tiempo por las calles de Pola ondeaba al viento una pancarta que decía: “Violencia es no llegar a final de mes”, hoy en esta ceremonia de la confusión que vivimos, hay más mentiras que uvas, y eso que Noé, después del Diluvio, lo primero que planto fue una viña. Violencia  es mentir y mentir compulsiva y reiteradamente  sin que nadie se inmute, lo denuncie, lo pene. Creo que ya va siendo hora que nos demos cuenta que si fuéramos más honestos, nos iría mejor a todos e incluso hasta podrían subirse más las pensiones.
                                      
                                    José Antonio Noval Cueto



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