A veces uno quisiera
no tener que escribir y dejarse llevar por el anónimo vivir, pero acontecimientos y hechos como el que a
continuación os cuento, me obligan a coger la pluma y testimoniar lo vivido. No puedo permanecer
callado y aun con el riesgo que supone equivocarse y más tratándose de un amigo
y antiguo alumno. Todo esto ocurrió el pasado 25 de abril, jueves, a las 14:45
horas, - el mismo día que el salmo litúrgico se pregunta: ¡Señor, nuestro Dios,
¿Qué es el hombre para que pienses en él, el ser humano para que le cuides?- ,
cuando asisto a la Conferencia-Testimonio que don Matías Somolinos de Jove,
antiguo alumno y docente de profesión,
imparte en el Colegio , cuyo tema es :”Mi lucha contra el cáncer”.
Si hablar de cáncer a una persona de mi edad quita el hipo – desde 1933 se viene celebrando el Día
Internacional del Cáncer con la intención de sensibilizar del problema,
atenuarlo y combatirlo. Este año se ha celebrado el pasado 4 de febrero y su lema
es ”Yo Soy y Voy A” - que no pasará por la cabeza de nuestros
tiernos jóvenes, tan imbuidos de movimiento, imágenes y ruidos que no analizan ni clasifican las vivencias, donde la palabra dolor, aunque existe, salvo honrosas excepciones, ni
se cita, se la omite, es cosa de otros. No es su preocupación dominante. Sus
temas son otros (redes, pepinos, música, botellón, bailes, marcas…)… pero de
este error les iba a sacar Matías con sus dolorosas y duras vivencias, apoyadas
con fotos y videos, siempre con un tono humano positivo, esperanzador, pero sin
rehuir la realidad y la crudeza que supone recibir el diagnóstico de cáncer en
fémur izquierdo procedente del riñón derecho, y también agradeciendo el aliento y estímulo del mismo profesional que
le dice: “El 90% depende de ti, el resto de la enfermedad”. Máxima que Matías
ha hecho suya con constancia, esfuerzo, paciencia y fuerza de voluntad, su fórmula
de éxito(E+C+P)xFV, bajo el lema de “No te pongas límites”.
A partir de ahí empieza esa lucha diaria y titánica desde
diciembre de 2015 hasta la actualidad. Seis intervenciones y la pregunta de
rigor: ¿Por qué a mí, Señor? Respuesta muy humana que el propio Matías,
católico practicante, encuentra y fundamenta en su honda fe, y más en estos
tiempos en los que aún resuena la contestación del propio Jesús a Dios Padre en
el Huerto de los Olivos. Desde entonces sesiones diarias de rehabilitación –
soy de los pocos que tienen pierna, aunque cojeo, nos dice-, sostenerse de pie,
dar los primeros pasos con un dolor persistente y agudo que desespera , subir
las primeras escaleras, baños, revisiones y controles . Desde entonces un
dolor permanente que exige combate, lucha y que , a veces, conduce a la
desolación y a la impotencia, para después del desahogo desesperado, reiniciar
el camino y ver que, a pesar de los pesares y gracias a su constancia y
voluntad, el dolor, aunque persiste, remite, baja de nivel y él lo ofrece, siempre le busca un sentido, un destino, un propietario. Esta es mi Cruz- dice.
Matías, con esa fina elegancia que le caracteriza, iba
deslizando mensajes, avisos, sugerencias a los alumnos, y éstos ni parpadeaban.
Sus palabras claras, directas y sencillas
trasmitían, impactaban. El dolor existe y él da prueba de ello. No es
frecuente que una persona que soporta estas molestias tenga generosidad y tiempo
para pensar en los demás y les avise, les haga pensar y les invite a priorizar,
a marcar la ruta, a no equivocarse , que
la vida es corta- dura menos que un trago de buen vino - , pero que al menos que tenga sentido. Cada día-
concluye- es un regalo, un privilegio.
No lo malgastes. Ponte metas, objetivos.
Valora lo que tienes.
Mientras le escuchaba me venían a la cabeza las imágenes de
aquel Matías adolescente, rebelde, noble, sano, que me visitaba en Pola y que no faltaba al
Carmín. ¡Qué bien lo pasaba! Era de las fiestas que no perdía. Han pasado casi
treinta años y el contexto en que se mueve es diferente. Hoy la alegría de
vivir se acompaña de dolor, pero de un dolor con sentido, compartido,
acompañado , arropado por una esposa y una familia que han hecho posible lo
imposible, que es volver a andar, sonreír, conducir, venir al Cole y
dar una lección tan magistral y tan útil que perdurará en la mente de todos
nosotros. El dolor existe, yo me lo encontré. A mí sólo me queda pedir que este
escrito convertido en oración llegue al Beato Álvaro del Portillo y nos proteja
a ti, a mí y a nuestras familias.¡ Un fuerte abrazo!
José Antonio Noval
Cueto.