El pasado viernes, 12 de abril de 2019, inicio de la campaña
electoral para las Generales del 28 y cuando los primeros espadas buscan plaza
para iniciar su faena en diferentes lugares de España, un grupo de amigos
(Alberto, Pedro, Ricardo, Cuesta, Silverio y quien escribe) salimos de Lugones
en una jornada gastronómica que tenía como objetivo el concejo de Belmonte de
Miranda y deleitarnos , al ritmo de recuerdos y vivencias, con las exquisiteces
que prepara Casa Tocho en Puente de San Martín, a base de sopa, fabada, hígado
al ajillo y repostería de la casa, especialmente su tarta y flan de queso ,
pero el día deslumbrante y luminoso nos tenía preparada una sorpresa que
convertida en asombro y reflexión provoca estas letras y es que ,antes de comer,
visitaríamos la Central Eléctrica de la Malva, en Somiedo, de manera que
se aportaba un referente técnico y cultura a nuestra incursión por estas
tierras del occidente asturiano. Descubriríamos el oro blanco.
Ya en pleno concejo somodano, la abrupta y vigorosa
naturaleza obliga al uso de una carretera ágil, pero sinuosa, con muchas
curvas, pero que un día tan luminoso convierte en ventajas y alabanzas, pues
facilita la contemplación de un paisaje tan singular y pletórico. Pasamos Aguasmestas,
Miranda, La Riera y hacia el mediodía aparcábamos en los terrenos de la
Central, típica construcción industrial de primeros del siglo XX, donde el paso
del tiempo ha hecho que la factoría sea un elemento más integrado en el
paisaje, como si el escabroso monte lo hubiera hecho suyo, pero siempre
recordando quien es el amo y quien el criado, y para ello basta fijarse en las elevadas
crestas que vigilan el territorio, y que de vez en cuando dejan caer su queja o
lamento en forma de piedra- laderas con
mallas protectoras -, de ahí que no sea muy aconsejable deambular por exterior.
Ya en el interior , al ver turbinas y generadores, paneles,
videos, fotografías, placas,
historia y escuchar las certeras
explicaciones que se nos fueron dando, mi cabeza pasó de la situación de
sorpresa, estupor, a la de asombro, de gesta humana, pirámides, catedrales… y
es que aunque soy hombre de letras, poco experto en presiones y energías,
intento convertir la sorpresa en palabra y sé que se queda corta para expresar
lo vivido, y es que ayer descubrí muchas
cosas, entre ellas uno de los misterios de infancia y es que la subestación de
Hidroeléctrica, hoy Edp, en la Corredoria, sita en el margen derecho de la
carretera Lugones-Oviedo , que siempre miraba atemorizado desde la ventanillas
del autobús, permitía que la bombilla de mi habitación alumbrase y todo gracias
al agua y a un proceso de transformación que nace en La Malva, continua en la Riera y una vez en Miranda, envía su electricidad a la Corredoria y de ahí
a nuestras casas.
Detrás de todo esto dinero y trabajo, osadía y riesgo,
progreso del bueno, y hoy viernes, 12 de
abril, y después de 102 años no dejó de
asombrarme de aquellos pioneros , visionarios y profetas de un mundo mejor, de
auténtico progreso como don Policarpo
Herrero, don José Tartiere, el marqués de la Vega de Anzo…o el mismo ingeniero
don Narciso Hernández Palacio ( padre y abuelo de Vaquero Palacios, Vaquero Turcios respectivamente…), y junto a ellos la fuerza y entrega de muchos
operarios que a pesar de los riesgos y dificultades no se amilanaron e hicieron
de su trabajo una gesta humana que nos
asombra a todos , siendo sus principales
apoyos caballerías, reatas de bueyes o sus propias espaldas cuando subían sacos
de cemento de cincuenta kilos a sus espaldas por aquellas altitudes, y es que
construir galerías subterráneas y colocar tubos de grandes dimensiones
para que el agua de los ríos El Valle, Sousas, Saliencia, de los Lagos y
arroyos de la zona llegase a la central hidrográfica de la Malva y una vez allí las
turbinas y generadores transformen la energía mecánica en eléctrica, fue una
tarea heroica, peligrosa, de las que ponen al hombre en situación límite y de
la que todavía nos beneficiamos. Hoy quizás no tuviéramos tanta generosidad
para apostar por un proyecto o quizás la normativa vigente lo impediría.
No hace mucho un alumno me decía que su abuelo le recordaba
que lo difícil se hace, lo imposible se intenta. Y este imposible que uno
contempla al ver las altas crestas que bordean la Malva se convirtió en
realidad un 22 de setiembre de 1917, días antes de la revolución rusa de
Octubre y en pleno auge de las apariciones de Fátima, la última, si mal no
recuerdo, fue el 13 de octubre de 1917. Su Majestad el Rey, Felipe VI, ha
querido dar constancia de su gratitud y reconocimiento con su presencia en La
Malva, con motivo de su centenario, pues es sabedor que pocas veces la
heroicidad humana y la gestión empresarial han alcanzado metas tan elevadas.
Entre fotos y comentarios el tiempo se nos iba de las manos y
aún nos quedaba por visitar la Central de Miranda y adentrarnos por su galería
subterránea de 300 metros de longitud y ver turbinas y generadores incrustados entre
las peñas, además de las salas de mandos y control. Las fuerzas desfallecían y
hubo que abreviar. Ya eran las 15:30 y en el restaurante nos esperaban.
Repuestas las fuerzas y tras una breve sobremesa había que ponerse en camino.
Persistía el sol que pintaba una naturaleza viva, alegre, juguetona y dicharachera
cuando emprendimos el regreso y a mí,
para acabar el día, me esperaba una interesante conferencia, organizada por el
Ayuntamiento y EdP, donde la protagonista nuevamente era el “oro blanco” o la
electricidad, pero en este caso, aplicada al coche.
Este día tan eléctrico ha dado para mucho pero especialmente
para asombrarse, y esto no es poco, ya que es el mejor antídoto contra la vejez.
Sé que mis palabras se quedan cortas para contar lo vivido. Espero en una
próxima visita saldar la deuda. No quiero concluir mis palabras sin agradecer a
los técnicos y operarios de La Malva y Miranda las atenciones y desvelos que han tenido con
nosotros.
Unos han empezado el día a la caza del voto; nosotros, a la
de conocimientos, y es que como bien dice Don Quijote” hasta la muerte todo es
vida”.
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