Mi jornada de reflexión de hoy, 9 de noviembre de 2019, vino
marcada por las circunstancias adversas provocadas por la muerte de Juan, amigo
de mi hijo Pablo, ocurrida el pasado domingo, 3 de noviembre, en la Sierra de
Gredos, en el entorno del Pico Almanzor, y cuyos restos recibieron cristiana
sepultura en el panteón familiar de Cangas de Onís, después de la misa- funeral
que se celebró en la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de
la Asunción de Santa María , a las 13:00, oficiada por el sacerdote ovetense
don José Manuel Antuña, amigo de la
familia.
El templo lleno de
personas de todas las edades , aunque primaban los jóvenes de Cangas, Asturias,
Valladolid, Madrid y otros muchos lugares. El altar repleto de flores, ramos,
centros, y delante las cenizas de Juan y una fotografía suya sonriente y vital, y otra de la
Santina, a quien veneraba como
hijo de esta tierra y cuya imagen le acompañaba siempre hasta en su casco de
moto. La bella y dulce imagen de la Virgen de la Asunción que preside las
vidrieras del presbiterio, con su mirada intensa, preocupada y cariñosa,
comprensiva y no exenta de dolor y recuerdo – Ella también sabe lo que es
perder a un Hijo, a su único Hijo, nuestro Salvador – intenta arroparnos,
cobijarnos y amortiguar nuestro dolor y desesperación, invitándonos una vez
más, muchas, siempre a confiar en Ella…
Silencio, sorpresa, perplejidad, y cierta desesperación entre
los más jóvenes, y más al comprobar el dolor que atenaza a todos, pero especialmente
a su familia, y constatar una vez más que la muerte ha vencido a la vida, que por
mucho que se investigue y publicite no hay antídoto contra ella, a lo más que
se llega es a retrasarla y eso contando
con el beneplácito del Creador, y es que como bien nos dice San Pablo “en la vida y en la muerte
somos del Señor” , y mientras tanto a sobrellevar la incertidumbre del vivir –
como decía Lorca- con la certidumbre de morir.
En un ambiente de desolación y tristeza, no es fácil buscar y
trasmitir un aliento de esperanza, de
ilusión y en ello centró su pensada, medida y cariñosa homilía don José Manuel
que en algunos momentos llegó a emocionarse y emocionarnos, y para ello se
ilustró en la Sagrada Escritura -no sin antes partir de la realidad objetiva de
la muerte y el dolor que causa - con ejemplos de todos conocidos como el llanto de la viuda de Naím por la muerte de su hijo, la resurrección de Lázaro y las
humanas quejas de Marta – “Señor, si tú hubieras estado aquí, no se habría
muerto mi hermano”- , la propia muerte de Jesús y su angustiosa oración en el
Huerto de los Olivos antes de pronunciar su :¡Hágase tu voluntad, Padre!” ; que
a nuestro hermano Juan no le decimos hasta siempre, sino hasta luego…y es que
somos cristianos, seguidores de Cristo, el que con su muerte y resurrección
venció a la Muerte y nos devolvió la esperanza de una verdadera Vida, la que no tiene fin, la eterna,
ya que sólo Él “tiene palabras de vida eterna”.
En tiempos donde se
busca contentar a todos agradezco, que
dentro del dolor que nos asola, se nos recuerde que la esperanza del cristiano
se fundamenta en que Cristo resucitó , y que el cielo existe y debe ser el
objetivo principal de nuestra praxis cristiana y a ello debemos entregarnos.
Pronunciada la homilía y en la preparación de la Eucaristía los sones de la
gaita al interpretar el Himno de Asturias avivaron nuestros sentimientos de pesar y pude comprobar como este mismo himno símbolo de
afirmación y pertenencia en unas ocasiones, en otras, como ésta, se impregna de
lamento, queja, desazón, angustia.
Acabada la ceremonia multitud de fieles se agrupa en la plaza
y entrada del templo , mientras unos jóvenes cargaban los ramos , centros y
flores para llevarlos al cementerio, y nuevamente la gaita , hoy, quejosa , volvió
a sonar cuando salían los padres y
familia de Juan del templo al interpretar la conocida canción popular de “Cuando
fui a Covadonga”. Al término de la misma, todos prorrumpimos en un espontáneo y
fuerte aplauso cariñoso de despedida a Juan y de consideración y apoyo a su
familia en estos duros y difíciles
momentos. ¡Nunca olvidaré el desbordado dolor de estos padres al salir
de la Iglesia este 9 de noviembre! ¡Que Dios y la Santina les ayuden y
protejan!
P.D Estaba previsto que mi reflexión tratara de otros temas,
pero no me ha sido posible. Había temas más importantes.
José Antonio Noval Cueto.
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