domingo, 10 de noviembre de 2019

“Jornada de reflexión en Cangas de Onís…”



Mi jornada de reflexión de hoy, 9 de noviembre de 2019, vino marcada por las circunstancias adversas provocadas por la muerte de Juan, amigo de mi hijo Pablo, ocurrida el pasado domingo, 3 de noviembre, en la Sierra de Gredos, en el entorno del Pico Almanzor, y cuyos restos recibieron cristiana sepultura en el panteón familiar de Cangas de Onís, después de la misa- funeral  que se celebró  en la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de Santa María , a las 13:00, oficiada por el sacerdote ovetense don José Manuel Antuña,  amigo de la familia.

El templo lleno  de personas de todas las edades , aunque primaban los jóvenes de Cangas, Asturias, Valladolid, Madrid y otros muchos lugares. El altar repleto de flores, ramos, centros, y delante las cenizas de Juan y  una fotografía suya sonriente y vital,  y otra de  la  Santina,  a quien veneraba como hijo de esta tierra y cuya imagen le acompañaba siempre hasta en su casco de moto. La bella y dulce imagen de la Virgen de la Asunción que preside las vidrieras del presbiterio, con su mirada intensa, preocupada y cariñosa, comprensiva y no exenta de dolor y recuerdo – Ella también sabe lo que es perder a un Hijo, a su único Hijo, nuestro Salvador – intenta arroparnos, cobijarnos y amortiguar nuestro dolor y desesperación, invitándonos una vez más, muchas, siempre a confiar en Ella…

Silencio, sorpresa, perplejidad, y cierta desesperación entre los más jóvenes, y más al comprobar el dolor que atenaza a todos, pero especialmente a su familia, y constatar una vez más que la muerte ha vencido a la vida, que por mucho que se investigue y publicite no hay antídoto contra ella, a lo más que se llega es a retrasarla  y eso contando con el beneplácito del Creador, y es que como bien nos  dice San Pablo “en la vida y en la muerte somos del Señor” , y mientras tanto a sobrellevar la incertidumbre del vivir – como decía Lorca- con la certidumbre de morir.

En un ambiente de desolación y tristeza, no es fácil buscar y trasmitir un aliento de esperanza,  de ilusión y en ello centró su pensada, medida y cariñosa homilía don José Manuel que en algunos momentos llegó a emocionarse y emocionarnos, y para ello se ilustró en la Sagrada Escritura -no sin antes partir de la realidad objetiva de la muerte y el dolor que causa - con ejemplos de todos conocidos como el llanto de la viuda de Naím por la muerte de su hijo, la resurrección de Lázaro y las humanas quejas de Marta – “Señor, si tú hubieras estado aquí, no se habría muerto mi hermano”- , la propia muerte de Jesús y su angustiosa oración en el Huerto de los Olivos antes de pronunciar su :¡Hágase tu voluntad, Padre!” ; que a nuestro hermano Juan no le decimos hasta siempre, sino hasta luego…y es que somos cristianos, seguidores de Cristo, el que con su muerte y resurrección venció a la Muerte y nos devolvió la esperanza de una  verdadera Vida, la que no tiene fin, la eterna, ya que sólo Él “tiene palabras de vida eterna”.

 En tiempos donde se busca contentar a todos agradezco,  que dentro del dolor que nos asola, se nos recuerde que la esperanza del cristiano se fundamenta en que Cristo resucitó , y que el cielo existe y debe ser el objetivo principal de nuestra praxis cristiana y a ello debemos entregarnos. Pronunciada la homilía y en la preparación de la Eucaristía los sones de la gaita al interpretar el Himno de Asturias avivaron nuestros sentimientos de pesar y pude comprobar  como este mismo himno símbolo de afirmación y pertenencia en unas ocasiones, en otras, como ésta, se impregna de lamento, queja, desazón, angustia.

Acabada la ceremonia multitud de fieles se agrupa en la plaza y entrada del templo , mientras unos jóvenes cargaban los ramos , centros y flores para llevarlos al cementerio, y nuevamente la gaita , hoy, quejosa , volvió  a sonar cuando salían los padres y familia de Juan del templo al interpretar la conocida canción popular de “Cuando fui a Covadonga”. Al término de la misma, todos prorrumpimos en un espontáneo y fuerte aplauso cariñoso de despedida a Juan y de consideración y apoyo a su familia en estos duros y difíciles  momentos. ¡Nunca olvidaré el desbordado dolor de estos padres al salir de la Iglesia este 9 de noviembre! ¡Que Dios y la Santina les ayuden y protejan!

P.D Estaba previsto que mi reflexión tratara de otros temas, pero no me ha sido posible. Había temas más importantes.


                                   José Antonio Noval Cueto.




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