Era
una muerte anunciada y no por eso deja de ser muerte – me costó mucho entender
porque nuestras abuelas rezaban por una buena muerte-, y toda muerte provoca
lamento, desolación, ruptura. Se ve que los cuidados intensivos no eran la solución,
que la única terapia era la piqueta, el derribo, a fin que brote nueva vida,
fuerza, dinamismo…Me avisaron del suceso el martes, 25 de febrero, a media
mañana.
-
José,
están tirando el Bar Madrid. Lo lamento, pues se va una parte importante de tu
vida.
-
Gracias,
Alberto, sabía que estaba en las últimas, que le quedaban pocos días de vida.
No hace mucho la prensa informaba de las
intenciones del promotor de iniciar la construcción de un grupo de viviendas en
la parcela. Mañana tengo que ir a Lugones y pasaré por allí. No obstante he de
decirte que mientras viva esos recuerdos y vivencias , muy gratos y felices, me
acompañarán siempre, irán conmigo a donde quiera que vaya. Son mis señas de
identidad y he de decirte que uno de los títulos del que más orgulloso me
siento es el de ser José el del Bar Madrid, en atención a que mis padres
regentaron ese bar desde el 13 de mayo
de 1957, día en que yo cumplía tres años hasta alcance los treinta, a mediados de los años 80.
Al día siguiente, 26 de febrero, hacia las 11 de la mañana,
pasé por allí y vi como una pala primero y después una cesta con martillo
derribaban lo poco que quedaba en pie del inmueble, la parte baja del mismo. La
única consolación que te queda es reconocer que nada es eterno. No somos de
aquí, no somos propietarios de nada, somos meros administradores de algo que se
nos da y cuando menos lo pensamos se nos quita, cae, desaparece, muere. Saqué
las fotos que evidencian e inmortalizan el hecho, y aún las tengo delante de mí
cuando escribo estas palabras que trasmite
un corazón repleto de recuerdos,
vivencias que han conformado mi vida y han contribuido a ser lo que soy.
Este inmueble que ya no existe, era mi paraíso de infancia,
una auténtica escuela de vida. Allí, en esa España de los 60 y 70 supe de coplas y toná – se cantaba en los
bares con sidra, vino o con lo que fuese. Una vez creí escuchar al mismo
Antonio Molino cuando el bar estaba más lleno, y era Pedro , un vecino de
Pruvia, que le imitaba a la perfección.
Desde ese momento me di cuenta que podía haber muchos Antonios, pero las
circunstancias hacían que sólo uno triunfase. Allí mismo escuche a un vecino
del Pontón de Vaqueros que lo mismo cantaba toná que flamenco para admiración y
asombro de algún que otro andaluz presente; con más frecuencia nos deleitaban
Pepón el soldador, con su canción hecha sidra, y el entonces joven, Fermín el
de la Fresneda, y un día de esos de
prisa, de carretera, el conocido cantante Luis Gardey probó les fabes que mi
madre hacía con tanto mimo- . Este bar que ya no existe fue testigo de leyendas
como la de aquel vendedor de lotería, a quien yo en mi imaginación llamaba el
Mariscal, que ,rigurosamente vestido de
traje azul con rebites dorados en sus mangas y camisa con corbata , se sentaba
en una mesa, pedía el vino de rigor y
expandía los billetes de lotería encima de la mesa para su venta ; de Lolín, el “ probe de les medallas” , que extendía
su mano de cliente a cliente, y siempre se las apañaba para apoyarse en el pasamanos
de la barra y conseguir que alguien le
convidase. Parece ser que de “probe”, según apareció años después en la prensa,
tenía poco. A Justo el Molín, que con su boca medio abierta y el baile de sus
manos, me causaba miedo y hacía que me guardase debajo de la barra. El ya
citado Pepón el soldador y su inseparable amigo de fatigas Quince el
Chatarrero, gijonés inteligente, que se libró de una segura muerte en los
campos de concentración alemanes, arrojándose del tren en marcha.
No eran tiempos
fáciles, aunque abundaba el trabajo y más aquí, en Lugones. Uno podía cambiar
de empresa con relativa facilidad, aunque los salarios fueran escasos, no daban
mi para pagar la pensión de los muchos que procedentes de otras zonas de
España, especialmente de León y Castilla, Galicia, Andalucía, Extremadura se
asentaban aquí, y las horas extras de sábados y domingos paliaban la situación.
No hace mucho, un pregonero del Carbayu, Gonzalo el de López, dijo con mucho
acierto que uno de los méritos que tenía y tiene Lugones es que aquí nadie se siente forastero.
En aquel entonces las necesidades se
centraban exclusivamente en comer, vestir y un techo donde dormir, y como
diversiones principales el cine, para los más jóvenes, y para los mayores la
baraja, ya al tute, ya al subastado, donde se jugaba lo que la partida consumiera,
generalmente media botella o medio litro de vino, que salían más barato que en
pintas. Algunos más arriesgados jugaban al 43 a uno o dos reales, y en torno a ellos se acumulaban
los espectadores para observar sus jugadas y comprobar donde se acumulaba el dinero, la
ganancia. Algunos, más discretos, según aumentaban las ganancias, las metían
debajo del tapete. Hacían verdaderos esfuerzos mentales para llevar los
triunfos, tantos, salidas del contrario, y siempre, el que jugaba bien y era
prudente tenía ventaja, aunque las cartas no viniesen, así recuerdo a Sandalio,
Emilio Casilones, Demetrio, Cali, Infiesta, Olivo, Lera, Morán, Avelino, mi padre…No eran tiempos fáciles,
pero lo poco que teníamos se compartía, todos nos preocupábamos de todos, se
trataba de subsistir y en verano, si la economía lo permitía, ir a la playa en
el tren y algún que otro privilegiado ir a secar a León…Los más pequeños
jugábamos al escondite, pío-campo, banzones
, chapas por la acera o pelota, mientras
los mayores avivaban y sellaban su
amistad en torno a una copa de anís corriente, orujo o guinda, como hacían Laurentino y Basilio todas las mañanas de su jubilación en
la única mesa situada a la izquierda según se entraba y pegada a la barra.
En estos casi treinta años, el pequeño bar aumento, tuvo su
propio comedor, su tendejón para colgar las bicicletas e incluso una pequeña
chabola, en el patio trasero, para engordar uno o dos cerdos que se alimentaban
con las sobras de comida. También tuvimos nuestro buzón de quinielas que semana
tras semana alimentaba las ilusiones de todos
y más desde que se conoció el caso del campesino castellano, de nombre
Gabino, que logró una suculenta cantidad de dinero con su quiniela, casi
treinta millones de pesetas, que en los años 60 era una cifra exorbitante y fue
precisamente la quiniela quien nos proporcionó una importante alegría a todos,
ya que mi hermana Esperanza, “La Nena”, poco antes de casarse, también logró
una cantidad importante a mediados de los años 60 y toda gracias a que el
Barcelona perdió en casa con un colista. En el bar se calentaban las fiambreras
de los obreros – abundaba la jornada laboral partida. La carretera Oviedo-Avilés,
hoy Avenida Conde de Santa Bárbara era un reguero de personas enfundas en sus
monos o con su chaqueta mahón que salían de 12 a 13 horas a comer, y siempre
precedidos por los preceptivos toques de sirena- .Se daban comidas, lo que hoy
se conoce menú del día, en donde en el primero de los dos platos a elegir,
siempre había “fabes”, que era el más demandado
. Los domingos juego de la
lotería, perindola y para digerirlo bien tapas de mejillones, pulpo – entonces
a precios muy baratos-, oricios, bígaros, hígado encebollado, carne guisada,
callos, bistec… También tuvimos pensión, y allí tuvieron su aposento no sólo los guardias civiles que
venían trasladados a la localidad, sino multitud de técnicos y operarios de
montajes, de la construcción que trabajan en la zona, transportistas, viajantes
y, en el mes de julio, a estudiantes universitarios integrantes de un Campo de
Trabajo en la Didier, que les venía muy
bien como experiencia humana y posterior
encaje en el mundo laboral. Procedían de todas las partes de España y supongo
que para ellos como para nosotros era un intercambio enriquecedor, interesante.
Durante estos casi treinta años sucedieron muchas cosas que
no se pueden resumir en este artículo, pero voy a destacar algunas, que por diferentes
motivos, más recuerdo:
a/ Inicio de la Televisión en España. Fuimos uno de los
primeros bares que la tuvieron. Recuerdo que cuando regresaba del colegio y se
emitían los míticos partidos de fútbol Inter-Madrid, no podía entrar en el bar
de lleno que estaba. Con el tiempo fue casi obligatorio que todo bar tuviera su
televisión, y de este modo se formaban dos ambientes: a/ el de las partidas de
cartas y b/ Los que seguían la
televisión, y a veces, en el fragor de la batalla, se generaban conflictos
entre ambos, de modo que recuerdo las palabras que mi padre, Avelino, cuando le
decía a mi madre:
-
Consuelo,
baja la televisión, que es una auténtica comedura de tarro.
Palabras que hoy hago mías al comprobar que sea ha convertido
en una caja fraude.
b/ Llegada de la coca-cola. Las primeras que tomé , siendo un
niño, me parecieron puro jarabe, pero después gracias a las campañas de
publicidad y premios, las bolsas nevera de playa, balones, camisetas, y la
incorporación de la nevera, me parecieron más sabrosas, y con el tiempo se
hicieron imprescindibles para casi todos.
c/ La compra de la cafetera, de tres cuerpos, Faema E-61, que
sin tener que tirar de las altas palancas de otras cafeteras que cansaban los brazos, hacía una café riquísimo. Un
auténtico crema. No sé por qué los clientes siempre pedían que los hiciera mi
padre. Lo cierto es que había diferencia de que los hiciese él o nosotros.
d/ Ampliación de la carretera y nueva redistribución del
Cruce Nuevo que redujo el espacio, encorseto en negocio con una valla y
traslado la parada del autobús a otra zona, con el lógico quebranto económico .
Con el paso de los años, a finales de los noventa, se pudo revertir al
situación, quitar la valla, ampliar la acera y dar más amplitud y fluidez a la
zona.
e/ La utilización de las cocinas de gas butano y el consumo de pollo al ajillo. Podría citar más sucesos, pero el espacio apremio, y lo
más importante que me ha ocurrido en esos años ha sido conocer y aprender de
muchas personas humildes, sencillas, sufridas – recuerdo los esfuerzos de
muchos operarios de Metales que soportaban lo insoportable para no perder su
paga de asistencia anual al trabajo que cobraban por Navidad -
nobles, que me han brindado su amistad y han compartido y hemos
compartido muchos proyectos e ilusiones, y esto no tiene precio. En el apartado
de anécdotas gastronómicas los bollos preñados de morcilla que
hacía Enrique el Molineru para sorprender a sus amigos y conocidos al salir de
la panadería.
f) Por último, un 20 de noviembre de 1975, a eso
de las seis de la mañana, cuando tenía la radio puesta y servía la copa de anís
corriente a un cliente, se suspendió la
emisión, sonó la musiquilla que avisa de grandes noticias, y oímos al presidente de Gobierno don Carlos Arias Navarro, que con voz
entrecortada por la emoción, nos comunicaba: “Españoles, Franco ha muerto”.
Podría decir más cosas, pero no debo abusar de vuestra
confianza y quiero concluir este escrito-epitafio recordando que el Bar Madrid
fue además de bar, centro de reunión, lugar de encuentro, donde los juglares de la zona nos hablaban de
sus aventuras y desventuras de la guerra de Sidi-Ifni, gracias a Falo, testigo
de los hechos, o escuchábamos las propuestas imaginativas de Antonio Bobes con
sus culebras en los días de excesivo
sol, y ya entonces, como ahora, el tema central era el fútbol, que si el
Sporting o el Oviedo, Biempica, Pocholo, Puente, Sánchez Lage, Paquito,Uria…Había incluso un locutorio improvisado, teléfono público , cuyo número creo que era el 56. Avisábamos de cualquier contingencia, hasta de si la novia le esperaba.
Parece que todo esto que cuento sucedió hace mucho, pero a mí
me parece que fue ayer, aunque la realidad me dice que han pasado años y la
mejor evidencia la dan las escasas cartas de avión que hoy se escriben, sustituidas
por el correo electrónico y el WhatsApp .
El martillo sigue su trabajo , ya queda poco que tirar, el
solar ya se ve diáfano, abierto, luminoso y a mí después de este desahogo
melancólico y lastimero solo me queda
desear Paz y Gloria, y que los nuevos moradores de las futuras viviendas sean tan felices como
yo lo he sido en aquellos tiempos, y todo gracias a que he tenido una familia
de la que siempre me he sentido orgulloso y a que he compartido y vivido con
personas tan maravillosas que se asoman a la ventana de mi cabeza frecuentemente y más ahora que escribo estas palabras. ¡A todos muchas gracias! ¡Un fuerte abrazo!
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