En las tardes de verano y después del sopor que genera toda
comida, se agradece que la programación televisiva ayude a hacer la digestión,
nos estimule y nos haga ver que otro
mundo es posible, que no siempre triunfa el mal, la mentira, el engaño, que depende de nosotros combatirlos, y que el bien
no deja indiferente a nadie, sea cual sea la edad que se tenga, o al menos eso
fue lo que yo experimenté, y siempre que nuestra escala de valores no sólo
exista, sino que no sufre ninguna alteración.
Y esto me ha pasado a mí, esta semana, al ver la película
titulada “El triunfo de Miguel Strogoff”, basada en la novela de aventuras de
Julio Verne, de casi idéntico nombre, rodada en 1961, siendo su Director Viktor
Tourjansky , actores , entre otros, Curd
Jürgens, Simone Valere, Jácques Bézard, Capucine…y su guionista Marc Silvert.
Al acabar la proyección y sin entrar en más valoraciones- que conste que no veo
mucho cine - de mi cerebro brotó la siguiente idea:¡Cuánto bien puede hacer el
cine, la televisión ¡ y, por desgracia,
no siempre lo hacen .
Es cierto que el lenguaje del cine es la imagen, que cuantas
menos palabras, más cine, pero también es no menos verdad que sin guion, sin
las palabras oportunas y precisas y más
tratándose de una adaptación de una novela de aventuras, la película se viene
abajo, pierde calidad, coherencia, se deshilvana, y esto, en mi modesta opinión, ocurre en algunas de las películas actuales, incluso algunas con membrete de
oscar, donde al primar las imágenes, los efectos especiales, se descuida la
trama y como es de esperar, la historia
se resiente.
Las fuerzas del mal se alían y se dirigen hacia Irkust, capital
de la Siberia Oriental, capitaneadas por Iván Ogareff, militar retirado y exiliado que trama
venganza contra el zar Alejandor II en la persona de su hermano el Gran Duque,
gobernador de la zona, y que no conoce la magnitud de la tragedia que se cierne
sobre su territorio. Hay que avisarle ¿Cómo?
La única solución es que un correo del zar conocedor del territorio y de las múltiples dificultades que tiene que salvar (guerras, clima,
orografía accidentada, pésimas comunicaciones, costumbres, lenguaje…) lo
consiga …Y aquí aparece la figura del
protagonista, Miguel Strogoff, su
heroísmo, su lealtad, su patriotismo y sentido del deber. Tiene como única
ayuda una mujer que se hace pasar por su esposa y que acepta todos estos peligros con el único
objetivo de liberar a su padre, preso en Irkust.
Ya tenemos la intriga, la emoción garantizada, pero falta un
elemento imprescindible y que ayuda a resolver casi todos los obstáculos: la
fuerza del amor, ya sea el amor de una madre, Marta Strogoff, dispuesta a morir antes que delatar
a su hijo, ya el coraje y
confesión de un hijo antes que su madre sea maltratada, ultrajada, y en medio
de todo, la admiración humana y el cariño que se despierta en su supuesta
esposa, que de una esquiva actitud inicial , poco a poco va agrandando su
corazón ante la conducta de Miguel. Todo esto debidamente decorado, con imágenes,
ambientación y música adecuada.
Y cuando el mal parecía que iba a lograr sus objetivos
(detención y tortura de Miguel, asalto a la fortaleza y asesinato del Gran Duque), este se desmorona de la
manera más inesperada , se detiene a Ogarett y sus aliados, los tártaros, tienen
que huir antes que sean destruidos. ¡Cuántas veces los fracasos en la vida
vienen por querer adelantar los éxitos!
Es una película, es cierto, pero el cine y la vida pueden y
suelen ir de la mano, incluso , a veces, ante fenómenos o acciones truculentas
e impensables, solemos decir que la realidad supera a la ficción , pero las
imágenes que muestran el heroísmo y amor de Marta Strogoff son , por fortuna, muy frecuentes, y basta
para ello fijarnos en las pateras que arriban a nuestras costas en busca de
seguridad, pan, futuro, y donde vemos a muchas madres que tienen como único
embalaje su hermoso niño.
¡ Películas como ésta nos hacen mucho bien a todos! Ya que sin moral no hay progreso auténtico.
¡Cuidemos y mimemos a nuestras madres, a nuestras esposas...!. Felicito a la cadena TV 13 por su emisión.
José Antonio Noval Cueto.
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