jueves, 13 de abril de 2017

“La asomatognosia …”



De todos es sabido que las palabras nacen, crecen, algunas se mantienen o  cambian de significado,  y otras, por diferentes motivos, mueren. La mejor 
prueba de esto que estoy diciendo nos lo proporciona el mismo Diccionario de la Real Academia, que debe ser reelaborado cada cierto tiempo. La última edición de 2014 contiene 93.111 vocablos, unas 8160 palabras más que la anterior edición de 2001. Un ejemplo evidente de lo que dijo nos lo ofrece Alex Grijelmo  con la palabra “azafata” que en el Diccionario de Autoridades de 1726  significaba: Oficio de la Casa Real , que sirve una viuda noble, que guarda y tiene en su poder las alhajas y vestidos de la reina.  Llámase  así por el “azafate” que lleva y tiene en las manos.

La palabra que titula este escrito puede que ni exista o que sea de uso muy exclusivo de una muy relevante  élite intelectual. Yo la leí , por primera vez y única, en la Carta nº6 del libro “Cartas al Rey”  de Emilio Romero, publicado en 1973, al  evocar la respuesta que había dado don Laureano López Rodó al periodista, político , filósofo  e ingeniero don Salvador Paniker  cuando éste le preguntó cuál era la peor enfermedad que podía tener un político y don Laureano sabio, versado, seguro y firme dijo: “La asomatognosia”. Término desconocido para el propio periodista que con la esperada honestidad intelectual replicó: ¿Qué enfermedad es esa? Y el interpelado contestó: “El desconocimiento de la propia posición en el espacio” o , traduzco yo, desconocimiento de la realidad… Recuerdo que esta entrevista aparece en uno de los libros de más éxito de don Salvador Paniker - fallecido precisamente  el pasado 1 de abril de 2017- , publicado en 1969 y que se titula “Conversaciones en Madrid”.

Han pasado casi cincuenta años, para ser más precisos, cuarenta y ocho, y uno sigue sorprendiéndose del desconocimiento geográfico y humano que tienen nuestros políticos, que a veces avanzan propuestas que van en contra del más elemental sentido común, pues querer mantener el presente y preparar el futuro sin conocimiento y respeto del pasado sólo nos lleva a la ruina, a la nada, y ejemplos de todo esto tenemos muchos en la vida española, donde nadie quiere remediar la catástrofe de las Humanidades, como si pudiera existir un pueblo sin historia y sin ideas, o cuando se propugnan o defienden propuestas tan ilógicas, tan fuera de lugar  como querer que Santiago de Compostela se integre en la red de ayuntamientos laicos, cuando la más elemental inteligencia reconoce lo que este ciudad debe y depende del Apóstol, por mucho que les pese a algunos, y mientras  llega a tal su incoherencia que presupuestan actividades para el próximo Xacobeo. Si esto ocurre a nivel nacional, otro tanto pasa a nivel local, donde se confunde el Cuera con el  Sueve, a don Fermín de Pas, magistral de la catedral con el Arcipreste de Hita, el pote con la fabada, y si esto ocurre a nivel de contenidos, qué no  ocurrirá a nivel de conciencias, cuando ni el ancho de vía ni la genética son elementos suficientes para diferenciar a hombres y mujeres , pues todo depende de las circunstancias, hasta la misma verdad, añorada y perseguida en otros tiempos, hoy se cuestiona, no se busca, no importa. Y la pregunta resumen que me hago es  si puede mantenerse  una sociedad con estos parámetros,  por muchas cámaras de vigilancia que nos demos…

Ahora que tanto se habla, a veces con fines torticeros,  de  memoria histórica, no viene mal reconocer las aportaciones que algunos estadistas, como este catedrático de Derecho Administrativo  ha hecho a la sociedad española, la de los planes de desarrollo, la de la llamada década prodigiosa, y es que  don Laureano tenía y una concepción original de la Política que a continuación   transcribo y que puede sernos útil ahora que ni para ceder terrenos a empresas nos ponemos de acuerdo, y es que decía que la Política es : “El arte de resolver un problema sin crear otros mayores…”  Bueno sería tomar nota de esto  y evitaríamos muchos de los problemas que hoy asolan a España de hoy, en la que se premia más al mediocre, al hombre lavamanos , servil y sumiso que al singular, coherente, leal y decidido, y así no tiene que sorprendernos que los problemas se amontonen, sin solución, por muchas inversiones que se prometan, pues la verdad, como dice algún experto político, es que falta nivel.

Si con cuatrocientas palabras se puede uno defender en un idioma, esta nueva palabra,  “asomatognosia”,  de origen griego,  que indica privación de conocimiento del cuerpo, nos sirve para radiografiar un problema endémico, perenne  de la clase política y es su ubicación en el espacio, y más ahora que las fronteras entre izquierda, derecha y centro se diluyen y especialmente en el manejo de la cartera y lo que ésta reporta. Ha llegado el momento de marcar los límites, recuperar los principios y  que quizás sea necesario volver a memorizar los ríos y comarcas principales de España, de Asturias aunque sólo sea para ubicar la peste de la patata y combatirla.


                                        José Antonio Noval Cueto.

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