A pesar de los datos desoladores de índice de lectura y de la
escasa preocupación que suscitan las Humanidades – recientemente se anunció la
supresión de la asignatura de Literatura Universal el 2º de Bachiller – siempre
que llega el Día del Libro o Día de Cervantes es obligatorio leer y escribir unas letras, con la esperanza de evitar aún
males mayores y sugerir la necesidad que tenemos todos de tener una cabeza
formada e informada, y a ello contribuye la buena Literatura, que tiene entre
sus funciones interpretar la vida, descifrarla, pero repito, la buena Literatura,
no cualquier libro impreso.
Y es que a los muchos competidores que le han salido a la
Literatura, (cine, televisión, videojuegos, internet, redes) se añaden también la de aquellos editores desaprensivos
que con tal de vender son capaces de editar panfletos o contenidos
sin rigor , y todo ello en detrimento del buen nombre de la Literatura. Creo
que es llegado el momento de proteger la especie: el buen libro. Siempre que
veo uno de estos especímenes en las estanterías de alguna librería me entra una
sensación de desamparo, de desolación, de incomprensión al plantearme cómo puede
ocurrir esto y descubro con vergüenza
que esta piratería incluso goza del aplauso de algunos supuestos intelectuales
, amantes del buen yantar, que alaban sus excelencias , a cambio siempre de un
suculento plato de lentejas, pero el mismo Cervantes que tiene respuesta para
todo ya nos decía aquello de “Querer atar la lengua de los maldicientes es lo
mismo que querer poner puertas al campo”.
En la visita que anualmente nos hace Cervantes el 23 de abril, aniversario de su
muerte, nos pide que no le olvidemos, que tengamos en nuestra biblioteca, salón
o habitación de reposo un ejemplar del Quijote, su testamento literario. Se
conforma con que este bien editado, en pasta fuerte o blanda, en papel suave al
tacto y letra e interlineado cómodos. No
soporta que sus lectores sufran para
leer sus escritos, pues sabe que de ahí al desánimo hay un paso, y eso es algo
que todo escritor evita. Nos aconseja que hagamos una lectura reposada,
tranquila, constante, no excesiva. La dosis la pone cada uno, pero es bueno no
abusar para facilitar la comprensión, quizás con dos capítulos al día y con lapicero en mano,
sea suficiente. Este libro es tan versátil que su contenido se ajusta a las
edades del lector y a nadie defrauda, de ahí que haya lectores e incluso
escritores que antes de empezar su tarea
leen su correspondiente capítulo del Quijote para que los
encantadores les abran las puertas de la
imaginación.
Este año Cervantes se ha encontrado con la sorpresa, no sé si
agradable o no para él, de que un catalán, ciudadano del mundo y no localista a
la usanza del momento , de nombre Eduardo y de apellido Mendoza, hijo de
fiscal, va a recibir el Premio que inmortaliza su nombre, el Premio Miguel de
Cervantes 2017, en atención a sus muchos méritos en toda una vida entregada a
la creación literaria y en defensa de una literatura de calidad, de la que estamos
tan escasos. Decía que no sabía si
Cervantes se alegraría de ello y es que supongo que mencionar a Barcelona
le trae agrios recuerdos, ya que en esa ciudad empieza la decadencia y ocaso de
su hijo Don Quijote al ser derrotado por
el Caballero de la Blanca Luna.
No tiene que sorprendernos que la ciudad más turística de
España y con un gran legado cultural sea también una de las más cantadas y narradas por los escritores
como Carmen Laforet, Mercedes
Rodoreda, Josep Pla… o por el mismo
Eduardo Mendoza que la ha hecho
protagonista de novelas como “La ciudad de los prodigios” o “La verdad del caso
Savolta” entre otras, quien con esa honestidad intelectual que le caracteriza confiesa que para escribir artículos y
teatro, prefiere el catalán, pero siempre que novela lo hace en castellano, y
según él mismo confiesa lo hace porque el castellano tiene más registros.
Plausible. Nada que objetar.
En este combate
desigual que la lectura tiene con otras alternativas de cultura, si es que a
veces lo son, es de agradecer que se
recuerde la buena literatura del pasado y esperanzador que se premie la del
presente, pues son la base de nuestra cultura , del mundo que nos sostiene, e
imprescindibles para conocernos a nosotros mismos y a la sociedad que nos
rodea.
José Antonio Noval Cueto.
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