miércoles, 26 de abril de 2017

“¡Tenga usted buenos días, señor cuervo, mi señor…!”




Ahora que ya se publicitan viajes a la Luna e incluso a Marte se encuentra uno con que los animales, un día sí y otro también, acaparan las portadas de nuestros periódicos,  ya sean osos,  jabalíes, lobos, perros, gatos…y que en algunas ciudades se han convertido en símbolos de la misma, como  ocurre en Oviedo con el  perro  Rufo ,   y esto que puede parecernos nuevo  es tan antiguo como la vida misma y el mejor ejemplo nos lo proporcionan Esopo y Fedro con sus “Fábulas”, pequeños relatos donde los protagonistas son animales y de las que se extrae una enseñanza práctica para la vida humana de todos los tiempos y lugares, y basta para ello recordar también las del   francés La Fontaine (s.XVII) o a las de los españoles  Iriarte y Samaniego en el XVIII. También en la actualidad y en el cine los animales tienen una importante cuota de poder y con frecuencia se convierten en protagonistas de películas de alto contenido moral y reivindicativo como  “Animales en lucha”, o  la necesidad de proteger el medioambiente y luchar contra el cambio climático, con unos diálogos de alto contenido moral y donde uno de esos animales lamenta que  “lo que el hombre no entiende es que lo que  le hace  a la tierra, se lo hace a sí mismo”.  

Hay muchos tipos de contaminación, pero a raíz de las portadas y noticias de estos últimos días donde la corrupción y el pelotazo vuelven a ser noticia, una de las que más urge combatir es  la contaminación moral que azota a la sociedad española que enfrenta a padres e hijos, mayores y jóvenes, y que amenaza con desestabilizar el propio sistema que nos hemos dado y convertir al hombre en un lobo carnívoro e insaciable.

El pasado 23 de abril, Día del Libro, preocupado y desolado por la situación que vivimos no sé por qué  me vino a la memoria una vieja fábula de Samaniego que había leído de niño en mi Libro de Literatura  que se titulaba “El cuervo y el zorro”, que denunciaba como el hábil “zorro” se hizo con el “queso” del cuervo con una vieja técnica empleada por el ser humana en todas las épocas y que no es otra que la  del halago, la del elogio no merecido, la del cumplido, la de la vanagloria. ¿Cómo es posible que el cuervo no supiera que lo suyo es no cantar, que la naturaleza no le había dado ese don? Uno pensaba que después de tanta televisión y de tanto internet ya estábamos vacunados para este tipo de engaños, de timos, pero veo que no  y la culpa , pensando bien, la tiene la vanidad, la soberbia, el aplauso, el narcisismo…y es que como decía Edipo “La libertad del silencio es harta veces más dañosa a un rey y a su reino que la palabra misma”.   

                                           José Antonio Noval Cueto.


P.D Esta fábula con pequeñas variantes (“carne”,”queso”) fue  también narrada por Esopo y Fedro).¡Volvamos a los Clásicos!

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