Nada más conocer la muerte de Manuel Porras Alcántara, más
conocido como Manuel Alcántara, el pasado miércoles santo, me golpeó en la
cabeza este titular. Estábamos en Semana de Pasión, temporal por Andalucía,
procesiones bajo agua, y en medio de esa ciclogénesis , como ahora se la llama,
llega la triste y negra noticia de la
muerte del poeta, quien diariamente me acompañaba con su columna a la hora del
café con pincho, a ser posible de bonito con mahonesa . Entre bocado ,aroma y
prosa versificada se incrustaba la sugerencia ingenioso, la queja humana , la
cita oportuna o el recuerdo apropiado, que a eso facultan los muchos años- 91 –
y la mucha experiencia. Nada de lo humano le era ajeno. De todo hacía temática.
No he leído todos los artículos pero sí muchos, y algunos los conservo en mis carpetas, pues
son auténticas joyas literarias y periodísticas, modelos del buen hacer y mejor
escribir – ahora que tanto nos cuesta contar o relatar una noticia, y más aún
interpretarla- . Sigo tomando el café, pero carece de aroma, cada sorbo trae
tristeza, desolación, vacío. La frescura del bonito se pierde en la insulsa harina.
La habitación – última página del periódico – sin ocupantes, se convierte en
almoneda de anuncios, rellenos o pasatiempos. Pasan los días y no hay quien
supla, quien llene su ausencia – no es fácil reemplazar a un genio, a un poeta prosista,
columnista - y todo ello ahonda más mi
desamparo, mi tristeza. Desaparece el encanto de mis desayunos precisamente ahora
que el periodismo cruje, protesta, cierra
e incluso denuncia que está en
peligro la especie, y es que los tentáculos
del poder cercenan, restringen la libertad. Precisamente ahora que la
supervivencia del periódico depende de la calidad, del mérito, de lo bien
escrito y mejor argumentado.
Conocí a Manuel Alcántara en el cine Avenida de Burgos, allá
por el año 70,en un recital poético de aquellos que organizaba Conrado Blanco
bajo el lema de “Alforjas para la poesía”, donde leyó sus poemas en compañía de
Federico Muelas, Gerardo Diego, José Antonio Medrano… Todo un lujo para un
joven de dieciséis años como yo, que por aquel entonces participaba en la
elaboración de una revista colegial que tenía el ambicioso título de “Juventud
70”. A mí se me hacía difícil ser poeta y crítico de boxeo. Después con el
correr de los años me fui aficionando a sus columnas y últimamente, gracias a
Internet, seguía con cierta periodicidad las actividades de la Fundación Manuel
Alcántara, con domicilio en Málaga.
No es la primera vez que digo en esta columna que la mejor
prosa escrita en el siglo XX es la de los poetas – caso de Pablo Neruda, Rafael
Alberti con sus memorias- y que prosistas como Francisco Umbral o el mismo
Gabriel García Márquez han reconocido y divulgado que si algún mérito han
obtenido en la literatura se lo deben a la poesía. En esa misma línea va también Manuel Alcántara, de ahí que sea
tan difícil , por no decir, imposible suplir , llenar su ausencia, que además
se ha arropado de una cercanía y bonhomía que ha hecho suyos los problemas del
mundo, especialmente los de su Málaga natal y de castizo pueblo del Rincón de la Victoria, donde tenía cita y
tertulia en el bar de costumbre, y donde se abastecía del palpitar de sus
vecinos.
No hace mucho, unos meses atrás, este humano y justo poeta ,
libre de filias y fobias, ciudadano libre y en ejercicio de su libertad
escribía una bella y bonita columna, a modo de loa, al alcalde de su ciudad,
don Francisco de la Torre, que testimonia una larga trayectoria de trabajo y entrega en pro de
Málaga y sus gentes, y que él como malagueño y bien nacido, agradecía, y es que
la ejemplaridad humana no es patrimonio de ninguna ideología, sino de quien la
ejerce .
Que un poeta sea
recibido en el Salón de Espejos del Ayuntamiento y que su alcalde emocionado
diga: “Manuel Alcántara forma parte de la historia de Málaga, de la historia de
España, y ahí me quedo que no es poco…”
… lo dice todo. ¡Que la política y la cultura se estrechen la mano,
incluso ante la muerte, es digno de
encomio! Y es que si nos falta la palabra, no somos nada, ni libres ni humanos.
José
Antonio Noval Cueto.
P.D Con motivo de su muerte “El Correo de Andalucía” publica
estos versos suyos que siguen:
“Si otros
no buscan a Dios
yo no
tengo más remedio:
me debe una
explicación.
No digo que sí o que no.
Digo
que si Dios existe
no tiene perdón de Dios.
No digo que
no o que sí.
Digo que me
gustaría
que él también
creyera en mí.
Yo no le
guardo rencor.
Si le encuentro alguna vez.
Nos perdonamos los dos."
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