lunes, 15 de julio de 2019

“Hoy estarás conmigo en el Paraíso…”



Según fallan las fuerzas y crecen los años da uno más importancia a la palabra y a lo vivido, y hace balance y establece prioridades, y entre estas está la de escuchar e intentar comprender lo que te dicen y te rodea. Los respetos humanos no cotizan y uno se atreve a esbozar y decir lo que siente, quizás con la vana pretensión de que sea útil, y no con ánimo de exclusividad, -  supongo que lo que se me ocurre a mí,  también se les ocurre a otros-  sino para hacer realidad aquel versículo de San Mateo que dice : ”Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente”.

Con esta intención escribo estas letras y todo porque en un funeral  el celebrante tuvo a bien recordarnos aquellas palabras que Jesús dijo a su compañero de muerte, Dimas, un crucificado cargado de delitos, que tuvo la sinceridad , humildad y coraje de arrepentirse y lamentar el daño causado: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”, palabras que en el fondo hablan de esperanza, cielo, vida nueva y eterna.  Supongo que habré leído y escuchado esta expresión cientos de veces, pero ese día cobró para mí mayor dimensión, hondura y si me preguntan el motivo, lo desconozco, quizás porque no se suele hablar del cielo, de la Casa del Padre, de la Jerusalén celeste y menos a nosotros,  los humanos de hoy, soberbios terrícolas poseedores de la nada , y supongo que la culpa es de todos, aunque unos con más responsabilidad que otros, y es que estamos tan impregnados de materia que nos cuesta percibir otra realidad diferente y además gozosa y eterna. Lo intangible no tiene cabida en nuestra cabeza y para demostrarlo usamos la razón, aun sabiendo que la razón no siempre da respuesta y no tiene respuestas para todo. Con la sola razón ni hubiéramos descubierto América ni subido a la Luna y que tan real es la fantasía como el sueño. Pero aun así, por soberbia, por comodidad, por falta de compromiso y por fatuo intelectualismo nos escudamos en ella, y no será por no recibir avisos y sorpresas. No hace mucho una persona poco dudosa de parcialidad, el eximio Clarín, un 7 de agosto de 1891 , nos decía: “…vivimos en tiempos de un intelectualismo exagerado; desconocemos la dignidad y grandeza de otros modos de comunión de lo que llamamos el alma con el mundo exterior…”

Y el mal se ha agravado en la actualidad  con el cómplice silencio de muchos intelectuales y los resultados son de sobra conocidos: tristeza, vacío, desesperación, miedo, inseguridad, muerte y todo ello en una sociedad sociológicamente católica,  que desconoce sus obligaciones o que las frivoliza…, pero , a pesar de todos los pesares , Dios le da la oportunidad de saberse hija suya y ciudadana del cielo, y es que si la magnanimidad de Dios Padre llegó al depravado Dimas, también llegará a nosotros, siempre que como Lope de Vega le abramos la puerta y le preguntemos: “¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?...”

Con la lectura de los años uno extrae noticias y saberes nuevos de lecturas de siempre, de aquellas que ya en ingreso y  1º de Bachiller de los sesenta hacíamos. Recuerdo con cariño mi libro de texto de Historia Sagrada que aún hoy busco y rebusco, pero que no encuentro, que me habló de Daniel , de José y Benjamín y del valiente Abraham cuando intercede por su siervo Lot y le dice: ”Yo, que no soy más que polvo y ceniza, tengo el atrevimiento de dirigirme a mi señor…y como Lot “cuando el sol comenzó a brillar sobre la tierra entró en Soar”…Esa información recibida me ha sido y me sigue siendo útil; constantemente la releo. Hoy, lamentablemente muchos, aunque tienen el Libro en casa, la desconocen y se nota, y no para bien, pues no siempre se tiene la oportunidad de leer un libro y tener presente a su autor.

Hace unos días un estupendo artículo de don Luis María Ansón que profundiza en el pensamiento de María Zambrano, nos dice que la filósofa, discípula predilecta de Ortega y Gasset, en 1973, en escrito a Agustín Andreu, dijo: “Inútil decirte que sin lo divino  para mí no hay hombre”,  para mí tampoco.¡ A buen entendedor, pocas palabras le bastan! Un saludo.


                                                   José Antonio Noval Cueto.



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