Según fallan las fuerzas y crecen los años da uno más
importancia a la palabra y a lo vivido, y hace balance y establece prioridades,
y entre estas está la de escuchar e intentar comprender lo que te dicen y te
rodea. Los respetos humanos no cotizan y uno se atreve a esbozar y decir lo que
siente, quizás con la vana pretensión de que sea útil, y no con ánimo de
exclusividad, - supongo que lo que se me
ocurre a mí, también se les ocurre a
otros- sino para hacer realidad aquel
versículo de San Mateo que dice : ”Ustedes han recibido gratuitamente, den
también gratuitamente”.
Con esta intención escribo estas letras y todo porque en un
funeral el celebrante tuvo a bien
recordarnos aquellas palabras que Jesús dijo a su compañero de muerte, Dimas,
un crucificado cargado de delitos, que tuvo la sinceridad , humildad y coraje
de arrepentirse y lamentar el daño causado: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”,
palabras que en el fondo hablan de esperanza, cielo, vida nueva y eterna. Supongo que habré leído y escuchado esta
expresión cientos de veces, pero ese día cobró para mí mayor dimensión, hondura
y si me preguntan el motivo, lo desconozco, quizás porque no se suele hablar
del cielo, de la Casa del Padre, de la Jerusalén celeste y menos a nosotros, los humanos de hoy, soberbios terrícolas poseedores
de la nada , y supongo que la culpa es de todos, aunque unos con más
responsabilidad que otros, y es que estamos tan impregnados de materia que nos
cuesta percibir otra realidad diferente y además gozosa y eterna. Lo intangible
no tiene cabida en nuestra cabeza y para demostrarlo usamos la razón, aun
sabiendo que la razón no siempre da respuesta y no tiene respuestas para todo.
Con la sola razón ni hubiéramos descubierto América ni subido a la Luna y que
tan real es la fantasía como el sueño. Pero aun así, por soberbia, por
comodidad, por falta de compromiso y por fatuo intelectualismo nos escudamos en
ella, y no será por no recibir avisos y sorpresas. No hace mucho una persona
poco dudosa de parcialidad, el eximio Clarín, un 7 de agosto de 1891 , nos
decía: “…vivimos en tiempos de un intelectualismo exagerado; desconocemos la
dignidad y grandeza de otros modos de comunión de lo que llamamos el alma con
el mundo exterior…”
Y el mal se ha agravado en la actualidad con el cómplice silencio de muchos
intelectuales y los resultados son de sobra conocidos: tristeza, vacío,
desesperación, miedo, inseguridad, muerte y todo ello en una sociedad
sociológicamente católica, que desconoce
sus obligaciones o que las frivoliza…, pero , a pesar de todos los pesares , Dios
le da la oportunidad de saberse hija suya y ciudadana del cielo, y es que si la
magnanimidad de Dios Padre llegó al depravado Dimas, también llegará a
nosotros, siempre que como Lope de Vega le abramos la puerta y le preguntemos:
“¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?...”
Con la lectura de los años uno extrae noticias y saberes
nuevos de lecturas de siempre, de aquellas que ya en ingreso y 1º de Bachiller de los sesenta hacíamos.
Recuerdo con cariño mi libro de texto de Historia Sagrada que aún hoy busco y
rebusco, pero que no encuentro, que me habló de Daniel , de José y Benjamín y
del valiente Abraham cuando intercede por su siervo Lot y le dice: ”Yo, que no
soy más que polvo y ceniza, tengo el atrevimiento de dirigirme a mi señor…y
como Lot “cuando el sol comenzó a brillar sobre la tierra entró en Soar”…Esa
información recibida me ha sido y me sigue siendo útil; constantemente la
releo. Hoy, lamentablemente muchos, aunque tienen el Libro en casa, la desconocen
y se nota, y no para bien, pues no siempre se tiene la oportunidad de leer un
libro y tener presente a su autor.
Hace unos días un estupendo artículo de don Luis María Ansón
que profundiza en el pensamiento de María Zambrano, nos dice que la filósofa,
discípula predilecta de Ortega y Gasset, en 1973, en escrito a Agustín Andreu,
dijo: “Inútil decirte que sin lo divino
para mí no hay hombre”, para mí
tampoco.¡ A buen entendedor, pocas palabras le bastan! Un saludo.
José Antonio Noval Cueto.
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