lunes, 2 de septiembre de 2019

“Españolito que vienes al mundo…”



“Te guarde Dios. Una de las dos Españas te ha de helar el corazón”. Estos versos del universal Antonio Machado golpean en nuestra cabeza siempre que surge algún temporal en nuestra vida y más al ver que después de 125 días de las últimas elecciones generales  no tenemos Gobierno y puede dar la impresión que o bien no tenemos problemas o que estos se resuelven solos, algo que por desgracia no es verdad y basta para ello leer las portadas de prensa, y más ahora que tantas guerras económicas amenazan el planeta.
Estas palabras machadianas vuelven a cobrar actualidad, pero por diferente motivo. Ya no se habla de odio, persecución y muerte; ni de izquierda marxista ni de derecha cainita. Se habla y se pide dignidad, futuro, familia y  para lograrlo se necesita trabajo, y esto es lo que parece que no preocupa a la España oficial o  política – 125 días de asueto y con vacaciones remuneradas-  que reducen esta petición quejumbrosa a mero dato estadístico que amortigüe su conciencia, mientras la España real, la que respira, sufre, padece, espera inútilmente la solución de sus problemas. Y de esto pueden dar buena cuenta  los 3.011.433 parados que teníamos en julio de 2019, cantidad, por desgracia , no despreciable. En los años 90 cifras como éstas, según crónicas de Francisco Umbral, serían inasumibles, apocalípticas, cercanas a la catástrofe, pero hoy, fruto de nuestro individualismo e inercia, ninguna cifra nos inmuta, salvo que yo sea la víctima, el perjudicado.

Hoy, amigos lectores, volvemos a tener dos Españas, algo que no es nuevo: a/ La real,  la de quienes tienen problemas y contempla con indignación que a nadie le preocupan y menos, los solucionan  y b/ La oficial o política,  la de quienes amortiguan u ocultan los mismos bajo genéricas palabras de progreso, igualdad, transparencia…y una vez pasada la marea sonríen y se frotan las manos.¡ A ésta hemos sobrevivido!¡La tan denostada y criticada reforma laboral que la haga otro!. Lo verdaderamente importante es mi bancada y mi sueldo, ésta es mi auténtica España, y es que  como el marqués de Listomère, personaje de Balzac,  “como diputado hablo poco, pero voto bien”.


Podría seguir perorando, pero después de 125 días y de tantas miserias y pintadas como se ven en las calles, que aún no tengamos gobierno no tiene justificación. ¿Es tan difícil detectar los verdaderos problemas que nos azotan a todos o es que los problemas de España varían según quién sea el partido político ?  Aun admitiendo esta posibilidad, estoy seguro que en algunos habría coincidencia plena, como por ejemplo en el del paro. ¿Qué les podemos decir a esa generación fallida que sobrepasa los treinta años y no encuentra trabajo y menos futuro?

Hace unos meses a un ideólogo de la izquierda radical, como el señor Monedero, le preguntaron cuáles eran los problemas que acogotan a España y contesto que el primero y principal  problema que nos acecha es la desertización, que ya, según  algunos expertos,  afecta al 30 % de nuestro territorio y creciendo. Los esfuerzos realizados hasta la fecha han sido baldíos y eso que España certificó la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertización, aprobada en París el 17 de junio de 1994 y en vigor desde el 26 de diciembre de 1996. Han pasado veintitrés años, los ríos se secan, el plan hidrológico en el cajón del despacho, el Ebro se desborda… y  el problema ha ido a más y las iniciativas parlamentarias a menos.

Españolito que vienes al mundo, una vez más una de las dos Españas te ha de helar el corazón. Hace unos meses, con motivo de la toma de posesión como Presidente de Andalucía de  don Juan María Moreno Bonilla , una portavoz de izquierda le reprochó que hiciera uso de los versos de Machado, como si Antonio no fuera andaluz y su poesía patrimonio de una ideología concreta. Craso error ya que la buena literatura es de todos y el bien y la sensibilidad social de quienes lo cultivan y practican. Y es que después de 125 días de despreocupación y desgana el nivel moral de nuestros dirigentes deja bastante que desear, con la única salvedad que unos tienen más culpa que otros.


                                              José Antonio Noval Cueto.




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