sábado, 28 de septiembre de 2019

“Nuestro porvenir está en el cole…”













Hace ya muchos años, allá por 1892, nuestro eximio Leopoldo Alas “Clarín”, una de las mentes más lúcidas de la España de entonces, publicaba un artículo titulado “La cuestión de España”, en el que nos decía que solo “seremos verdaderos y dignos españoles – término entonces que no generaba sospechas- si nos acercamos al grado de cultura, de educación de los pueblos que más hayan subido en tal aspecto”. Por aquellos tiempos se aireo la conocida frase regeneracionista de “pan y escuela”, y en esa línea de mejora, con mayor o menor fortuna se ha ido a lo largo del siglo XX hasta la actualidad. También en dicho artículo nos decía que “…la principal obra de las generaciones presentes consistía en preparar las futuras, de modo que nuestros descendientes gocen de una vida intelectual y moral digna del tiempo”, y es aquí cuando saltan las alarmas, cuando observamos el vacío y desesperación que nos rodea, y es que la vida intelectual y moral no progresan al unísono e incluso da la impresión que hay incompatibilidad entre ellas. Hemos llegado al punto que tenemos miedo a la vida e incluso, lo que es más grave, a dar vida a la vida, de ahí que hablemos alarmante e insistentemente de “despoblación”. Las madres no quieren ser madres y las cosas y objetos son más importantes que el mismo ser humano, y es que a éste le hemos cambiado de objetivos, no me atrevo a decir de naturaleza, y en vez de educarlo para el compromiso, entrega, renuncia y amor, lo instruimos en el mero placer, egoísmo, infelicidad, en el fúnebre canto al “yo”, mi único rey y señor. Por acción u omisión da la impresión que nunca ha sido más real aquella vieja frase de que “el hombre es lobo para el hombre”. Y a esto debe ponerse coto, si queremos que la vida sea vida de verdad humana.

Ejemplos que testimonian esto los tenemos a diario, son titulares de portada e imágenes de telediario, un día sí y otro también: abusos  en las aulas,  violencia en las calles, el desprecio al mayor , el abandono y desprecio al indigente, como si uno no pudiera serlo por los azares de tener o no tener empleo, muerte truculenta al niño gestado o recién nacido, o preferencia de las mascotas sobre las personas, y así Karl Lagerfedd ha dejado 150 millones de dólares a su gatita Choupette . Podría poner más ejemplos de esta realidad cruel que nos rodea, donde manda más el beneficio que la persona (deslocalización de empresas…) pero el dato que ha provocado estas letras me lo he encontrado recientemente y es que el año 2017 el número de suicidios que tuvimos en España alcanza la escalofriante cifra de 3.679 personas, el 74% de ellas , hombres, y en 2018 parecido, con el agravante que un 41,1% del total son de personas de 15 a 39 años.

El número habla por sí solo. Lo dice todo y lo único que cabe plantearse es por qué se da y ocurre esto, y aquí sí que las matemáticas no resuelven el problema, solamente lo evidencian. Éste es de más calado, más profundo y evidencia que el progreso educativo no va acompañado del necesario progreso moral, que sitúa al ser humano ante su dignidad de persona, con unos principios y certezas para enfrentar la vida, y es aquí donde surge el problema. ¿Qué es el hombre? ¿Qué concepción tengo del mismo y de la vida? La televisión,  maestra principal de la casa,  no responde e incluso silencia el problema, sólo le interesa la parte festiva, lúdica de la vida, o dicho de manera más descarnada, el índice de audiencia.

Algo se ha hecho y se está haciendo mal cuando muchos adolescentes no diferencian el bien del mal, cuando no reconocen que el ser humano evoluciona, crece, envejece y que uno  tiene que tener alforjas para todo el camino, para la enfermedad y para la alegría , para los contratiempos que trae la vida,  que eso de la eterna juventud es un mito que no se logra, que tarde o temprano , morimos, y que lo lógico y plausible es estar a bien con nuestra conciencia, con Dios, y luchar y desear que digan de nosotros que pasó por la vida haciendo el bien. En resumen, tener un plan de vida y comportarse de acuerdo con el mismo, y para esto se necesita la colaboración de muchos (colegio, parroquia, sociedad…), pero especialmente la conversación y ejemplo de los padres.

Y es que construir una vida sin Dios y más en nuestra España donde no hay rincón que no  lo evoque, lleva, como bien dice don Juan Manuel de Prada, “a matarse” porque “al hombre contemporáneo no le queda entonces otro remedio que matarse, para igualarse con el Dios que previamente mató”. ¡No se puede vivir atenazado por el vacío!


                               José Antonio Noval Cueto.


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