Como todos los años, el pasado viernes, 18 de octubre, me
parapete delante del televisor para seguir la ceremonia de entrega de los
Premios Princesa de Asturias 2019, pues en todos ellos, año tras año uno tiene
la posibilidad de escuchar los mensajes de las personas más lúcidas del Planeta
- el de la Premio de las Letras, Siri Hustvedt
es para guardar- , que en una ceremonia de balance y sinceridad, se confiesan ,
priorizan y nos dicen aquello que de verdad importa y es útil para nuestras
vidas. Este año había cierta expectación por escuchar las palabras de la Infanta
Leonor, en su primera comparecencia pública en los Premios que llevan su
nombre, y no defraudó. Con su voz de princesa clara y suave, dulce y tierna ,
satisfecha y nerviosa, sonriente y
expectante nos dijo algo que ya
sabíamos, pero que dicho por ella cobra más fuerza, más vigor, más empuje: “Yo
tengo sangre asturiana”. Y que dan pie a estas letras.
En tiempos de mareas, vesubius, mercadeos y porcentajes,
variantes inacabadas, políticas sin esperanza y nacionalismos trasnochados que se nos diga “Yo tengo sangre asturiana” es avivar lo que
hemos sido , somos ,debemos ser y estar contentos de ello. Decirlo en una época
en la que los prejuicios y las falsas políticas igualitarias impiden que no siempre
se premie el mérito, el talento o lo
bien hecho – los Premios Princesa de Asturias son una gloriosa excepción- cobra
todavía más valor. Y es que en estos momentos cruciales de la historia de
Asturias, en la que el número de vecinos
disminuye vertiginosamente, en la que los otrora valientes astures, hemos
empezado incluso a tener miedo a la vida y a no ser generosos con ella, las
palabras de la Princesa cobran vital importancia, pues si ella que es una Princesa,
blasona de su sangre asturiana, ¿por qué no nosotros si tenemos abundantes
motivos para ello? Basta con solo mirar el manto y naturaleza que nos protege,
aunque esto no sea mérito exclusivo nuestro.
No es la primera vez que he pedido que tengamos confianza en
nuestras posibilidades, que Asturias progresa si nosotros los asturianos
queremos y que las patatas no se comen, si no se siembran, y a partir ahí no
hay futuro que se resista, máxime teniendo una región fértil como la nuestra y un paisanaje que es todo
bondad, entrega y trabajo, pero que
últimamente necesita de motivación, empuje, de alguien que nos dé confianza, seguridad y de momento no aparece ,y es que ya ni trenes tenemos .¿Cómo no se van a
marchar nuestros jóvenes? No creo exagerar si digo que somos buena gente, leal,
acogedora, cercana, solidaria. No inclusivos, al contrario, universales.
Queremos a nuestra tierra, pero la compartimos con el forastero, con el venido,
a quien integramos y deseamos bienestar
y mejora, pues sabemos que ello redunda en beneficio de todos; del mismo modo
que no hace mucho nosotros embarcábamos para América o pasábamos los Pirineos o
ahora recorremos el mundo en busca de una oportunidad, de un porvenir, de un
futuro… Si alguna vez nos alteramos es porque nos desespera la miseria o porque el saco de la decepción ya no
lleva más. Buena prueba de cuanto digo la tenemos en el Himno de Asturias,
declarado oficial desde 1984 , cuya
letra fue escrita por un cubano, de padre asturiano, Ignacio Piñeiro Sánchez, y
su música parece que recibe influencias de la Silesia polaca .
Decía Siri Hustvedt que este premio que le llega de la mano
de una niña, de un princesa le gustaría que fuera para todas las niñas que
leen, piensan , preguntan y se niegan a estar calladas. También nosotros los
asturianos, Sra. Siri Hustvedt, y cuando digo asturianos me refiero a hombres y
mujeres, llevamos algún tiempo callados, silenciosos e incluso apáticos,
contemplando como nuestra autonomía se estanca y se contenta con retiros y
subvenciones, y como nuestro peso político en la España de hoy disminuye, decae,
y es que a menos población, menos futuro, y, por desgracia , los pocos que
somos ya ni preguntamos.
Gracias, Alteza, Infanta Leonor, por recordarme que “yo también tengo sangre
asturiana” y todo lo que ello comporta y obliga. ¡Aún estamos a tiempo!
José Antonio Noval
Cueto.
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