Cuando aún perduran en mí los ecos de las sentidas y agradecidas palabras pronunciadas por Pol , en nombre de sus compañeros de la XV promoción del Colegio, el pasado sábado día 22 de abril, y todo a partir de un medido y estructurado poema de Aurelio González Ovies, que habla de exigencias, de dificultades, de piedras y arenas, de tesón y lucha, me viene a la cabeza la expresión que titula este artículo y que fue el lema que Benedicto XVI – uno de los intelectuales más lúcidos y constructivos de estos tiempos - escogió cuando fue nombrado arzobispo de Múnich , un 25 de marzo de 1.977, y expresión que me parece muy oportuna en estos tumultuosas y precipitados tiempos que vivimos, propios de esta sociedad líquida, inestable, que prohíbe pensar y menos en el futuro. Somos sólo el ahora, ni pasado, ni futuro.
Somos muchas las personas que creemos que la verdad existe
por encima de credos u ideologías, y que es nuestro deber buscarla y cultivarla,
pues como bien dicen las Sagradas Escrituras “La verdad nos hará libres”, y sin
ella todo se desmorona, se hunde; nada tiene justificación y menos marco legal.
Debe ser la base de toda sociedad que se diga humana, democrática, ajustada a
Derecho, pues sin verdad, no hay justicia y sin esta no hay sociedad que se
sostenga.
Uno puede tener la ideología que quiera, militar o pertenecer
al partido que le precie o entusiasme, pero lo que no puede es engañar, ocultar
la verdad, y la verdad es la que es. No es patrimonio de nadie, sino de quien
la practica y cultiva. Digo o hago estas reflexiones en tiempos borrosos,
inestables, donde una ley tiene contenido diferente según sea el tribunal que
la aplica, y esto ya está ocurriendo con sentencias del Tribunal
Constitucional. Siempre he creído, quizás ingenuamente, que los intelectuales o
las personas a las que se les supone cierto o alto nivel intelectual deben ser respetuosos
a su conciencia, a la verdad, pero causa rubor y vergüenza ver las
justificaciones que se hacen para tomar decisiones dañinas para el interés de
todos, aunque afortunadamente siempre hay excepciones como recientemente doña Amelia Valcárcel.
Digo esto a punto de empezar una campaña electoral – las
municipales y autonómicas de mayo- y cuando vemos que las promesas imposibles y
los cantos de sirena se airean sin el menor rubor, sin el menor respeto al
futuro votante, y sin que las circunstancias que generan esas promesas mejoren,
cambien. Se prometen pisos, ya en alquiler barato o en venta a precios módicos,
pero no se modifican las circunstancias que impiden su alquiler o compra, que
no son otras que las faltas de empleo, de un salario estable, de cierta
calidad, y todo se hace con atrevimiento , descaro, con clara voluntad de
engaño, pues quien más o quien menos sabe que sólo son promesas temporales,
evasiones momentáneas al mundo de la imaginación, ya que la cruda realidad va por otro lado, y basta
para ello fijarse en el siguiente titular de prensa que aparecía estos días en
la esquina de un periódico :” España entre los países con mayor coste laboral
sobre el salario, con un 39.5 por ciento”, o sea, donde más cuesta contratar a
un empleado. ¿Esto favorece o perjudica la contratación? La respuesta la
tenemos todos; industrias y comercios cada vez con menos personal y el
comprador a esperar en las colas de las cajas…
Siempre he defendido que la política es o debe ser una
actividad seria; de ella, de su buen hacer, de su nobleza, dependen los
intereses de todos, pues se toman decisiones que condicionan o pueden el futuro
nuestro. Siempre he dicho que es bueno que un político sea previsible, que uno
sepa que va a hacer si tiene funciones de gobierno, e incluso hubo tiempos en
que los líderes políticos comprometían su programa electoral ante notario, en
clara voluntad de cumplir lo prometido. Eran tiempos en que reinaba en la
política dignidad, respeto al votante, voluntad de resolver problemas, de
contentar sino a todos, a los más. Eran tiempos de negociación, de pactos, de
acuerdos, de progreso en común, de metas colectivas, de reconocer errores y
presentar dimisiones. Todos y todo a servicio de España y esta manera de
actuar, de hacer, generó grandes avances a nuestra nación y este ha sido uno de
los grandes logros de la Transición, pese a quien le pese. Ahora lo que vemos y
oímos, molesta, tensiona, desilusiona. Nadie asume responsabilidades de sus
errores o abusos. Solo hay descalificaciones, insultos, mentiras premeditadas,
irresponsabilidades, locuras que llevan a preocuparse de la responsabilidad
penal de las lagartijas , y su única estrategia es como engañar para conseguir que le voten o
como contraprogramar para ocultar abusos, fallos. Solo hay un único objetivo: tocar
poder, sea por el procedimiento que sea, no importa el cómo, reparto de
beneficios y si no llegan, subimos impuestos, recaudamos más, pese a quien le
pese, perjudique a quien perjudique.
La cruda realidad es que el gran problema que tenemos es la
falta de trabajo, de futuro , de esperanza de muchos españoles y especialmente
de nuestros jóvenes, que cada vez se incorporan más tarde al mundo laboral y
con la lógica incertidumbre de si algún
día cobrarán su pensión, pues si somos el país que más paga en
cotizaciones laborales, un 39,5 por
ciento, y si la nueva Ley de Pensiones quiere garantizar el futuro de éstas
subiendo más las cotizaciones, la
pregunta que me hago es ¿favorece esto que se contrate más? La respuesta todos la tenemos, pero habrá que
esperar otros cuatro años para tener la certeza. De momento no preocupa.
Es bueno y deseable que los políticos sean previsibles y
tengan sentido de Estado. La improvisación no resuelve problemas: véase el tema
del agua…
José
Antonio Noval Cueto.
PD: ¡Ojalá abunden los ‘colaboradores de la verdad’!, yo lo
intento desde esta columna. Una sociedad bien informada es un colectivo con
futuro.
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