Revista “Uncuartodehora”
Después de una vida vivida, toca hacer balance. Con
estas sencillas palabras empezó su discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua don Aníbal
Imaginación Esperanza, periodista de profesión, novelista de raza y gran
conocedor del corazón humano y divulgador de su Asturias natal.
Aquel 23 de abril de 2.060 ,Día del Libro, el silencio en la Sala de Juntas de la Real Academia era absoluto. Todos estábamos pendientes del
enorme atril, con abundante luz, desde donde el nuevo académico, que ocuparía
la letra “ñ”, empezaría placidamente a desmenuzar su discurso, que bajo el
título “El escritor como creador”, prometía ser de lo de lo más
sentido e interesante.
Elegantemente
vestido y con ese tono distinguido que le da su presencia física y su brillante
y abundante pelo grisáceo, don Aníbal, después de definirse como aprendiz de
humanista, empezó a balbucear su melódico y medido discurso. Se le veía
esplendoroso, triunfante, feliz.
Sus manos pequeñas, blanquecinas, de azuladas y
abultadas venas, iban pasando de manera lenta y armonioso, como si fuera un
suspiro, las hojas de su discurso, que se centró especialmente en resaltar el
poder que tiene el escritor para ser creador, dar vida a personajes, ambientes
y situaciones, en crear, a partir de la
nada, como si fuera otro “dios”.
Sería prolijo- decía don Aníbal- hablaros de todas mis
criaturas, de todos mis hijos, mis
escritos, pero hay un personaje con el
que siempre me he sentido muy identificado muy orgulloso y éste no es otro que
Dionisio de Rivera, protagonista de la
trilogía “Los héroes sin nombre” y sobre el que quiero expresar algunas ideas,
que buscan justificar una vez más el hilo conductor de este Discurso, que no es
otro que demostrar el insigne poder que tenemos los escritores de Crear, de crear
belleza, de transformar la realidad y al
hombre.. Recuerdo que puse el nombre de
Dionisio por dos motivos, era un nombre clásico, de siempre, y además me
remitía al dios griego Dioniso, dios del vino, de la vid, de la fiesta.¿Puede
entenderse la cultura occidental sin el vino?. El apellido “de Rivera”, lo he utilizado por la
fuerza de convocatoria que tiene, pues impregna muchas páginas de la Historia de España y
hermana bien con el “vino”, que, nunca mejor dicho, tiene que tener “su
Rivera”, ya sea del Duero, del Guadiana, del Ebro, o entendido en sentido más
lato, su límite en la ingesta…Me fue más fácil darle contenido, y como personaje real o protagonista no escogí ni al apuesto galán de
cine , ni al futbolista de fama, ni a
un ejecutivo del alto nivel, ni a un líder político, sino un apacible maestro, de mediana edad, bigote
poblado, pelo entrecano que, como Hernán Cortés, tuvo la osadía de quemar todas
sus naves, allá por el 2.040, para conquistar nuevamente el reino de la Lengua y de la Imaginación , pues creía
imprescindible recordar al hombre que pensamos y analizamos la realidad con
palabras; en resumen, su reto, mi reto,
era hacer de todos nosotros conquistadores de espacios nuevos y creadores
de mundos nuevos, donde el ser humano fuera el protagonista principal, pero
para ello este protagonista, de nombre Dionisio de Rivera, va arropado con una
virtud muy en desuso en los últimos tiempos,
y no es otra que la
HUMILDAD , y que practica al decirnos lo que aprendió del pastor del
pueblo de su abuelo, Cayo, que sabía cuando llovía o no , donde moraban las
comadrejas, los raposos...de Daniel, el cazador, que le hablaba de las pisadas
y huellas de las fieras, de los nidos de cría, de la importancia de la espera y
del dominio del tiempo y de uno mismo para lograr una buena cacería, o de las
preocupaciones de los vecinos del pueblo de su padre, en la montaña asturiana, al
comprobar la incertidumbre que les invadía, si llovía o no, si quemaba o no la madera del bosque, si
los lobos atacaban los animales que pastaban, pues todo ello era su base alimenticia.
En el fondo, aunque antes he hablado de mi preferencia
por Dionisio de Rivera, creo que este personaje o sus cualidades ,con más intensidad o fuerza,
está en todos los protagonistas de mis novelas, pues siempre he admirado las
potencialidades del ser humano, aunque
muchos, por desgracia, incomprensiblemente, hayan dejado de ejercerlas, pues,
quizás sea más cómodo renunciar a
PENSAR, a CREAR.
Quiero concluir mi Discurso en este templo de la sabiduría y de la fantasía
agradeciendo la elección de los señores académicos y reiterando a todos los
presentes el poder que debe tener la imaginación y la necesidad que la misma
esté al servicio de la
HUMANIDAD.
Hoy, amigas y amigos, se da respuesta a una vieja
pregunta de los teóricos de la poesía cuando se preguntaban ¿Quién gobierna en el reino de los
sueños? EL HOMBRE
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