Antes que se malinterpreten mis palabras confieso que no tengo ninguna vinculación con ningún
gremio editorial y que lo único que me mueve a escribir estas palabras es
recalcar la importancia de la lectura y más aún desear que el tiempo que dedicado
a la misma sea eficaz, útil, placentero, ya nos azote la brisa del mar o el
aire de la montaña, pues estamos en verano y el ocio nos invade.
Por esta época y año tras año , por aquello de ser devotos y
contribuyentes de la sociedad de consumo, es frecuente que algunos intelectuales de pesebre
y medios afines practiquen la publicidad indirecta y nos sugieran
lecturas relajantes, casi diría refrescantes,
recién editadas o nuevas reediciones de autores de calidad no contrastada, pero
que ahora cotizan en el mercado, que están en el candelero, no en el “candelabro”
como en su día dijo un afamado ministros , pues todos sabemos que una buena
campaña y una mejor distribución generan la necesidad del producto y si alguien
duda de mis palabras que se lo pregunte a las empleadas de las librerías que un
día sí y otro también tienen que mitigar la angustia del cliente que busca el “importante,
inédito y exclusivo libro” que la noche
anterior se presentó en la tertulia de turno .
Son prácticas del mercado, publicidad y consumo van de la mano, y lo
deseable es que cada uno se prevenga y defienda; pero lo que sí me ocupa y
preocupa es que poco a poco, por aquello de la inmediatez, por aquello de
considerarnos los únicos dueños de lo creado y existente, despreciamos u olvidamos más el pasado y si
citamos alguno de sus escritores, es sólo citarlos, como en otro tiempo
citábamos la lista de reyes godos; sus textos y preocupaciones no nos interesan
y este es un error que debemos evitar .
Y digo todo esto a raíz de un reciente encuentro con unos amigos,
donde entre vino y café, y después de abordar muchos temas de actualidad
y de los encuentros y desencuentros que se dan entre Historia Y Literatura, uno de
los presentes, Rafa, hizo una afirmación
radical, quizás exagerada, más bien quizás fruto de una vivencia personal de su
época estudiantil que de una reflexión profunda, y nos dijo:
-
“Ya
sabéis todos que para mí la Literatura es lo máximo y que en ella me refugio un
día sí y otro también, y a pesar de la mucha prosa leída, mi lectura preferida
sigue siendo “¡Adiós, Cordera! “, de Clarín.
Ha sido un acierto que el Ayuntamiento de Oviedo haya querido
inmortalizar a sus personajes en un pequeño jardín, al final de calle Conde
Toreno ¿Ahora que tanto predomina la
imagen la conocerán nuestros jóvenes? Humildemente creo que no debe haber
asturiano, si es que por tal se tiene, que no la lea…”
Continua su inspirada disertación, enhebra episodios y razones , cine y
literatura, y concluye acertadamente con aquello de que su lectura ayuda a
entender a la Asturias de antes y la de ahora. Sin ella estamos huérfanos, no
tenemos entidad.
Otro de los ponentes, Marcelino, apoya su tesis pero amplia más el abanico, pues cree que todos los
cuentos de Clarín responden a ese doble objetivo de testimonio y moralidad que
impregna sus páginas, y todo esto sin entrar en sus novelas, auténtico
documento del acontecer diario ovetense.
Yo quisiera que el deseo de Rafa se hiciese realidad, y que “
¡Adiós, Cordera! “, fuese una de nuestras lecturas de verano. Se lee pronto,
poco más de treinta páginas, según sea el tipo de letra. “La Chinta”, mujer de
Antón, y madre de Rosa y Pinín, a través de sus ojos de moribunda nos dice: “Cuidadla,
es vuestro sustento” .
Un
saludo.
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