Desde que hoy , día 9 de agosto- onomástica de la filósofa carmelita judía Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith
Stein en su vida civil), ejecutada en
Auschwitz tal día como hoy de 1942- aparece en las imágenes de los digitales
una pancarta de una manifestante argentina con las palabras que titulan este
escrito, fue tal el impacto que sabía
que me obligaría a escribir estas letras, sabedor que su contenido no va a
ajustarse al “se lleva”, a la moral del momento, como si robar o matar no fuera
punible de por sí, por muchas eximentes o pretextos que busquemos.
Y es que desde que se pide y se publicita que se derribe el
Acueducto de Segovia para olvidar la
opresión romana ; desde que se dice que las diferencias entre hombre y mujer
dependen más de las circunstancias que de la genética- los medicamentos de la
mujer no siempre sirven para el hombre - ; desde que se practica una ecología
excluyente, aplicable sólo a temas
políticamente rentables , pero no a todos los temas que puede y debe abarcar:
nacimiento y desarrollo del ser humano ; desde que todo se justifica en razón
de los intereses de algún grupo de presión o de intereses económicos
inconfesables y desde que en esta ceremonia de la confusión la locura arraiga y
coge cada vez más fuerza, creo que a mi edad y cuando ya no dependo del
favor , ni del aplauso de nadie, sino de
mi conducta y honor – así me criaron y
educaron-, me sea permitido decir : ¡Basta!, y es que uno desde su más tierna
infancia debe saber que la vida va en serio y que cada uno es protagonista y
responsable de la suya, por mucho que las circunstancias limiten o condicionen
su libertad. Se habla de suicidio demográfico, de crisis humanitaria, pero se
buscan los argumentos más ladinos y sofisticados – por aquello de contentar a
la inteligencia- , para negar lo que no se puede negar, que es el derecho a nacer de los ya
concebidos, de los que quieren nacer.
Ahora que se celebran los cincuenta años de la
encíclica de Pablo VI “Humanae Vitae”; ahora que avanza la despoblación y que
las nuevas técnicas agrícolas permiten cosechas espectaculares…aun así aumenta
el número de abortos y el número de jóvenes adolescentes embarazadas no
disminuye, y eso que muchas de ellas dicen haber recibido información sexológica…
aumenta la violencia machista y la percepción de la mujer como mero objeto de
placer o ente pasional gana enteros. Creo que ha llegado el momento de
plantearse qué modelo de sociedad, de ser humano estamos creando y es que las
dosis de infelicidad y angustia que invade a nuestros jóvenes (hombre, mujer)
son muy altas y basta para ello fijarse en el botellón de fin de semana y sus
consecuencias, y es que los mensajes que reciben desde hace años ya no hay
cabeza que lo lleve, que lo soporte. Todos reclaman un momento de felicidad, de
felicidad de la buena, démosla. A todos
nos compete. ¿En qué quedan muchas de sus ilusiones y proyectos? En una mala
noche, en una mala posada, con una mala compañía (prensa, televisión, cine, libro,
amigo/a…).
Hoy, el senado argentino
ha paralizado la ley del aborto, y entre los muchos argumentos, el más básico
es que “Nadie tiene derecho a matar”. Podría buscar muchos ilustres apoyos para
defender este aserto, pero me voy a basar en la sabiduría de Blas, mi amigo de
infancia, quien me llevaba a plantar patatas a su huerta ya que si no se
plantan, como decía su abuelo,no se
comen, y quien no hace mucho, a pesar de la abundante lluvia, plantó fabes .
Aró la huerta, trazó los surcos y después depositó la semilla en los mismos. Al
cabo de unos días, no sé si tres , cuatro o siete días… los surcos se poblaron de pequeñas plantas,
unos más que otros, y la pregunta que me hago es ¿en qué momento germinó la
semilla? …Lo ignoro, pero seguro que si no se siembra, la planta no brota.
Lo ocurrido en Argentina ha sido un triunfo de la vida.
Esperemos que vaya a más, y que el apoyo a las familias monoparentales, las más
sensibles a la crisis, se incremente.
José Antonio Noval Cueto.
P.D Se me olvidaba deciros que una de las
personas que más ha luchado en favor de la dignidad de la mujer ha sido Edith
Stein, o sea Santa Teresa Benedicta de la Cruz.
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