viernes, 17 de febrero de 2017

“Hoy, a las 9:45 horas, llama…”




Si el general francés Charles de Gaulle se lamentaba que los franceses no pudieran votar en las elecciones americanas, si uno de los primeros viajes al exterior como presidente de Felipe González fue visitar la América de Reagan, no tiene que sorprendernos que se haya generado mucha curiosidad e inquietud cuando se nos comunicó el pasado 7 de febrero, diecisiete días después de ser Presidente de EEUU,  que Donald Trump llamaría al presidente de España, don Mariano Rajoy Brey. No hay duda que los medios de comunicación pueden convertir en noticia todo lo que les interesa y toca, y más cuando está justificado. Todos a casi todos mientras cenábamos, tomábamos el vino en el bar de la esquina , veíamos el partido de fútbol Barcelona-Atlético de Madrid o leíamos como era mi caso – concretamente un  poema de Gerardo Diego “ Eclipse de luna”…-, sabíamos que en ese momento ambos líderes hablaban y  deseábamos que todo trascurriese bien, y que la buena relación que tenemos   con EEUU perdure, y así parece que ocurrió. En esa breve conversación de unos 15 minutos, el tema dominante fue la seguridad y el terrorismo internacional.

Algo que no tiene que sorprendernos y que creo responde a la preocupación de los países occidentales, y que nuevamente trae a las portadas de hoy uno de los temas más difíciles de embridar, de solucionar, y es el de la emigración irregular que azota las costas del Mediterráneo y lógicamente a nosotros; así, en la mañana de hoy se nos dice que  500 inmigrantes logran entrar en Ceuta, después de saltar la valla de la frontera del Tarajal. ¿Soluciones? Tiene que haberlas como las hay para todo lo humano. Si hemos sido capaces de duplicar la edad media de vida, de 40 a 80 años en sólo un siglo, ¿no seremos capaces de combatir el hambre, la miseria y más cuando el verdadero problema es la distribución del alimento, no su producción, pues hoy afortunadamente tenemos sistemas de producción para saciar a toda la población mundial? Uno no abandona su familia, sus raíces por un mero afán de aventuras. El que más y el que menos sabe que fuera de su hábitat natural no regalan nada, hay mucho desamparo, desprecio, incluso odio, y lo más importante es que falta la sonrisa y el amparo de una madre, de una familia, y sí aun así está dispuesto a esa odisea, donde puede jugarse la vida, es que abundan razones , motivos  para ir en busca de esos territorios donde se dice que manan leche y miel…Sueños que , por desgracia, no son realidad, y donde reina el más cruel egoísmo e individualismo.

La solución no es cerrar los ojos y amurallarnos, blindarnos y expulsar a quien nos perturbe o nos incomode. No creo que para ser Presidente haya que presentar en la muescas del revólver el número de personas que ha deportado – se dice que Bill Clinton deporto a 900.000 personas; George Bush, a 2 millones; Obama, casi 3 millones , y ahora, Trump, promete 11 millones de deportaciones- , pues esta solución fácil, violenta e inhumana,  no frena, sino que duplica la emigración y perjudica la sana convivencia.

La solución pasa por reunirse , por dialogar, por llegar a acuerdos – no se están haciendo avances en la lucha contra el cambio climático y evitar el deterioro del planeta-, por reconocer que todos somos humanos,  Hijos de un mismo Padre, que todos tenemos derecho a una vida, digna, y lo que es más importante, que todos necesitamos de todos. ¿Qué sería de algunos sectores como el turismo, la hostelería sin la aportación de tantos emigrantes?  

Si entre todos no combatimos la miseria- ¿cuántas personas mueren de hambre  al día y no muy lejos?-, abrimos la puerta al éxodo y ruptura de fronteras, a la violencia y  odio más salvaje transformado en terrorismo religioso.

El  resultado del partido Barcelona- Atlético de Madrid fue de 1-1. No hubo ni vencedores, ni vencidos. Espero y deseo que a partir de ahora triunfe de verdad la especie humana.

La prensa de hoy documenta, una vez más, que uno de los grandes problemas de España sigue siendo y es el norte de África.


                                            José Antonio Noval Cueto.  

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