domingo, 25 de agosto de 2013

La leche y el pudor.


Ahora que se vuelve a la cuchara, a la cocina de la abuela, al bocadillo de queso y dulce para merendar, ahora que se vuelve a sembrar maíz para forraje de animales, se recuerda a las recientes y futuras madres que las hormonas prolactinas de sus pechos es el alimento más completo que sus hijos pueden recibir, e incluso recientemente se ha publicado, no sé si con suficiente rigor científico, que la leche materna aumenta el nivel intelectual de los neonatos, les hace más listos. De todos es sabido que son más las ventajas que obtienen las madres y los hijos de una buena lactancia, que las supuestas incomodidades que ésta conlleva (horarios, tomas, molestias, asperezas, fisuras…deterioro estético...). Siempre ha sido un periodo que agudiza la sensibilidad de todos y que ha sido glosado por los poetas, como sinónimo de sacrifico, renuncia, entrega, cariño. Quizás las frases más expresivas que hablan de la importancia de esta etapa y del papel fundamental que juegan  las madres en el desarrollo de sus retoños fueron pronunciadas por el apóstol Lucas cuando al referirse a la Virgen dijo :”Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron”. La importancia de la lactancia ha sido reconocida desde que el hombre es hombre, así ya tenemos imágenes de ella en las catacumbas de Priscila en el S.II , y posteriormente han sido muchos los pintores o escultores  que nos han dejado imágenes de la llamada Virgen de la Leche, o la Virgen amantando a su Hijo, baste citar las figuraciones del arte bizantino. Ahondando en esto no viene mal recordar que la primera Iglesia que se construyó en las tierras de la Florida, descubierta por nuestro paisano Don Pedro Menéndez de Avilés, lleva el significativo nombre de “Nuestra Señora de la Leche y el Buen Parto”(1.620).

Puede sorprender que un día como hoy, Festividad de Santa Isabel en Lugones, yo traiga a mis páginas esta referencia a la lactancia y su importancia, y esto no es casual, viene provocada por la reciente manifestación que tuvo lugar el pasado día 23 de agosto en Parque Principado, organizada por unos padres que reivindican el derecho de las madres a alimentar con su leche a sus hijos en todo momento y lugar, y es este hecho el que provoca estas letras donde quiero exponer mi postura personal sobre el tema, dentro del máximo respeto y con la tolerancia que a todos nos debe caracterizar. Y para hacerlo sólo voy apoyarme en una experiencia personal que enlaza con el tema. Y esta vivencia particular tuvo lugar el pasado verano, en una villa marinera de la costa asturiana, y en una pequeña sidrería, de cuatro o cinco mesas, el típico chigrín donde entré para colmar mi sed. Me senté y a pocos metros, casi enfrente de mi, de repente me encontré con un joven matrimonio, cuya esposa estaba dando el pecho al bebé, sin una pequeña toalla, mantita o algo que le permitiera tener una cierta privacidad. La toma duró poco, pero yo, por mi educación, mi manera de ser, mis años, mis vivencias, me sentí incómodo, no estaba a gusto, pensaba que él mismo apuro que yo pasaba, lo tenían los padres. Era la primera vez que me ocurría, y además en un entorno donde lo que menos esperaba era eso, repito un chigre, pequeño, pocas mesas…Nadie duda que cuando un bebé tiene hambre, se encabrita y que los padres tienen que hacer lo posible o  lo imposible para colmar su hambre, su ansiedad, sea la hora que sea y el lugar que sea, pero creo que esto es compatible con mantener un cierto pudor, una cierta privacidad que todavía ennoblece más la bonita escena . Creo que es compatible defender lo natural, protegerlo, pero sin descuidar el necesario pudor que en el fondo no es más que cuidar el necesario respeto que nos debemos unos a otros, y esto últimamente campa a sus anchas, y basta para ello darse un garbeo por nuestras calles, avenidas y playas, donde falta la más elemental urbanidad y consideración .

Pienso que todos tenemos la obligación de dar la imagen más positiva de nosotros mismos, no sólo por respeto a nosotros mismos, sino en consideración a los demás, a quienes nos rodean, y esto no va en función del dinero, ya que en casa del pobre si algo no debe faltar es “el agua y el orden”.  ¡Creo que no sea mucho pedir que no nos huelan los sobacos…!



                                                    José Antonio Noval Cueto.



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