Ahora
que se vuelve a la cuchara, a la cocina de la abuela, al bocadillo de queso y
dulce para merendar, ahora que se vuelve a sembrar maíz para forraje de
animales, se recuerda a las recientes y futuras madres que las hormonas prolactinas
de sus pechos es el alimento más completo que sus hijos pueden recibir, e
incluso recientemente se ha publicado, no sé si con suficiente rigor
científico, que la leche materna aumenta el nivel intelectual de los neonatos,
les hace más listos. De todos es sabido que son más las ventajas que obtienen
las madres y los hijos de una buena lactancia, que las supuestas incomodidades
que ésta conlleva (horarios, tomas, molestias, asperezas, fisuras…deterioro
estético...). Siempre ha sido un periodo que agudiza la sensibilidad de todos y
que ha sido glosado por los poetas, como sinónimo de sacrifico, renuncia,
entrega, cariño. Quizás las frases más expresivas que hablan de la importancia
de esta etapa y del papel fundamental que juegan las madres en el desarrollo de sus retoños
fueron pronunciadas por el apóstol Lucas cuando al referirse a la Virgen dijo :”Dichoso el
vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron”. La importancia de la
lactancia ha sido reconocida desde que el hombre es hombre, así ya tenemos
imágenes de ella en las catacumbas de Priscila en el S.II , y posteriormente
han sido muchos los pintores o escultores
que nos han dejado imágenes de la llamada Virgen de la Leche , o la Virgen amantando a su Hijo,
baste citar las figuraciones del arte bizantino. Ahondando en esto no viene mal
recordar que la primera Iglesia que se construyó en las tierras de la Florida , descubierta por
nuestro paisano Don Pedro Menéndez de Avilés, lleva el significativo nombre de
“Nuestra Señora de la Leche
y el Buen Parto”(1.620).
Puede
sorprender que un día como hoy, Festividad de Santa Isabel en Lugones, yo
traiga a mis páginas esta referencia a la lactancia y su importancia, y esto no
es casual, viene provocada por la reciente manifestación que tuvo lugar el
pasado día 23 de agosto en Parque Principado, organizada por unos padres que
reivindican el derecho de las madres a alimentar con su leche a sus hijos en
todo momento y lugar, y es este hecho el que provoca estas letras donde quiero
exponer mi postura personal sobre el tema, dentro del máximo respeto y con la
tolerancia que a todos nos debe caracterizar. Y para hacerlo sólo voy apoyarme
en una experiencia personal que enlaza con el tema. Y esta vivencia particular
tuvo lugar el pasado verano, en una villa marinera de la costa asturiana, y en
una pequeña sidrería, de cuatro o cinco mesas, el típico chigrín donde entré
para colmar mi sed. Me senté y a pocos metros, casi enfrente de mi, de repente
me encontré con un joven matrimonio, cuya esposa estaba dando el pecho al bebé,
sin una pequeña toalla, mantita o algo que le permitiera tener una cierta
privacidad. La toma duró poco, pero yo, por mi educación, mi manera de ser, mis
años, mis vivencias, me sentí incómodo, no estaba a gusto, pensaba que él mismo
apuro que yo pasaba, lo tenían los padres. Era la primera vez que me ocurría, y
además en un entorno donde lo que menos esperaba era eso, repito un chigre,
pequeño, pocas mesas…Nadie duda que cuando un bebé tiene hambre, se encabrita y
que los padres tienen que hacer lo posible o
lo imposible para colmar su hambre, su ansiedad, sea la hora que sea y
el lugar que sea, pero creo que esto es compatible con mantener un cierto
pudor, una cierta privacidad que todavía ennoblece más la bonita escena . Creo
que es compatible defender lo natural, protegerlo, pero sin descuidar el
necesario pudor que en el fondo no es más que cuidar el necesario respeto que
nos debemos unos a otros, y esto últimamente campa a sus anchas, y basta para
ello darse un garbeo por nuestras calles, avenidas y playas, donde falta la más
elemental urbanidad y consideración .
Pienso
que todos tenemos la obligación de dar la imagen más positiva de nosotros
mismos, no sólo por respeto a nosotros mismos, sino en consideración a los
demás, a quienes nos rodean, y esto no va en función del dinero, ya que en casa
del pobre si algo no debe faltar es “el agua y el orden”. ¡Creo que no sea mucho pedir que no nos huelan
los sobacos…!
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