miércoles, 15 de marzo de 2017

“ ¿Cómo luchar contra una cultura?”


 La velocidad que se imprime a los acontecimientos es tan fuerte que no es fácil mantener la serenidad y no verse envuelto por ellos,  y más cuando algunos de esos hechos o situaciones son provocados intencionadamente para generar polémica y dividirnos, para ocupar espacios de Telediario u portadas de periódico, que últimamente son monolíticas, repetitivas, con : juicios, corrupción, violencia de género y banalización religiosa, véase Las Palmas, misa del Podemos, bautizos laicos…y  como reconstituyen el deporte. ¡Cuánto más me gustaría que fuéramos noticia por avances científicos, como el de ayer, cuando se nos comunicaba que la quimioterapia iba a ser reemplazada por técnicas  más seguras y menos abrasivas y  para más alegría, diseñadas por la misma Universidad de Oviedo! , y  todo por no  querer reconocer lo que sabe y respeta la persona más iletrada, porque basta respirar y ver  que España es culturalmente católica, y así se puede citar entre otros muchos a Palacio Valdés, Clarín, Miguel Hernández, Unamuno, Lorca, Quevedo, Calderón o  el mismo  Don Quijote cuando  le dice a Sancho: “ Los varones prudentes, las repúblicas bien concertadas, por cuatro cosas han de tomar las armas y desenvainar la espada, y poner en riesgo sus personas, vidas y haciendas: la primera, por defender la fe católica…” . No pido tanto, pero sí respetar lo que hace unos días comunicaba el Barómetro del CIS de febrero de 2017, que decía que casi el 70% de los españoles se consideraban católicos, o recordar que en estos años de penuria ha sido “Caritas” ”Caridad”, la institución que más arrapó al necesitado, al hambriento, al desesperado.

Digo esto porque últimamente se está produciendo con cierta frecuencia episodios de tolerancia negativa, donde unas minorías, con el pretexto de defender unos derechos que nadie altera ni oprime,  quieren impedir  las prácticas religiosas de las mayorías. Pretensión a todas luces descabellada e intolerante en sí misma, pues  la Constitución de 1978 consagró el “Derecho a la Libertad religiosa”,  y desde entonces ésta  ha convivido y se ha  practicado  sin mayor problema, pero parece que desde que surge  la crisis económica todo vale  con tal de desestabilizar y enfrentar a los españoles. Toda  ley debe evitar exclusiones, consensuar los derechos de todos, y menos pretender que los derechos de las minorías cercenan a las mayorías, y más aún en un país culturalmente católico - véase Camino de Santiago donde deambulan y peregrinan culturalmente y religiosamente creyentes y no creyentes-,  donde no hay texto literario o manifestación artística que no tenga la impronta de ese credo milenario que vive y respira con nosotros, y la mejor prueba la tenemos en nuestro Patrimonio  Histórico Monumental o en la misma Biblioteca Nacional.

A estas alturas negar el dinamismo y fuerza de la Fe es tarea inútil y más en un país como el nuestro que a pesar de los pesares sigue siendo la mayor reserva espiritual de Europa -  más de 13.000 misioneros por el mundo, de los que 53% son mujeres y el 47% hombres-  ya que somos la nación que más misioneros aporta a la Iglesia en su tarea de llevar la Buena Noticia allí donde incluso la esperanza se viste de desesperación, enfermedad o muerte, y donde el compromiso y amor llega hasta el extremo de dar la propia vida por sus fieles, como hicieron los sacerdotes don Miguel Pajares Martín y don Manuel García Viejo en su lucha contra el ébola en el territorio africano.

En esta sociedad de la codicia, aplauso y mentira; en este mundo tan dicotómico de buenos y malos, viene bien recordar las sabias  palabras de San Agustín cuando dice : “La Historia Universal es la lucha entre dos formas de amor: entre el amor a sí mismo – hasta la destrucción del mundo – y el amor a los demás – hasta la renuncia de sí mismo. ”¿Se puede luchar contra el Amor?.


                               José Antonio Noval Cueto

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