sábado, 25 de marzo de 2017

“La política de las personas y para las personas..."


Cuando Paco Ibáñez  cantaba aquellos versos de Quevedo que decían :”Poderoso caballero, don Dinero” , cuando don Torcuato Fernández Miranda diseñaba la estructura jurídica que permitiese el paso  desde la Ley  de una Democracia orgánica – la de Franco – a una Democracia real, residida en el pueblo, se puso de moda en España la llamada canción protesta o  de los cantautores, que  con sus letras concienciaban a las masas de la necesidad de cambio –  éxito de la canción latinoamericana de Mercedes Sosa, Chabela Vargas,   Atahualpa Yupanqui,  Jorge Cafrune… - , era la época en que los jóvenes universitarios proferían esa frase tan repetida de “vale más morir que vivir de rodillas” . Influidos por los acontecimientos una Delegación de alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras , cuando esta estaba sita en la Plaza del Padre Feijoo, hizo gestiones para contratar y traer a Oviedo a uno de los cantautores de fama, pero iniciadas las conversaciones y conocidas las exigencias del mismo, se desechó la propuesta, y es que las condiciones que ponía eran inasumibles. Pedía 700.000 pesetas de las de 1978, y habitación en confortable hotel que no dé a patio interior y sin ruidos. Los idealistas del momento no salían de su asombro, de su estupor, no podían entender   que las letras de sus canciones no se adecuasen a su estilo de vida. Esta anécdota, real como la vida misma,  no tiene más recovecos, me ha sido útil en el trascurso de mi vida para no prejuzgar  ni  santificar a nadie, por mucho mito o leyenda que le arrope- la mitificación del PSOE de los 80 produjo la inmunidad que perjudico a la política española de los 90 -  , y todavía algo perdura al enjuiciar la política actual,  ya que hay quien goza de  más perdón que otros. 

Siempre me ha sido útil  dejar que los  hechos y  las personas hablen, y es que son las personas, por mucho que les pese a los partidos, los que encumbran o hunden a los partidos, aunque aquellas sin éstos no serían conocidas.   A lo largo de estos años he visto muchas miserias en personas que se jactaban de defensoras del débil, del necesitado, al que llevaban a votar,  como también he visto mucha nobleza y entrega en otras personas, discretas, trabajadoras y silenciosas  que  impedían atropellos, desahucios, abusos. Estas vivencias me afirman en no conceder superioridad moral a nadie, sino a quien la practica en su vida y trabajo diario. Es útil recordar que la política la hacen las personas  y son éstas las que hacen posible acuerdos, mejoras, avances,  siempre que se actúe con buena fe y siempre que se busque el bien común, de todos, así recordemos las ventajas que se han derivado de la buena relación personal entre el presidente americano Reagan y el soviético Gorbachov, algo que me   parece  ha desaparecido del espacio político y así vamos, de tumbo en tumbo, de sorpresa en sorpresa, de engaño en engaño  y tiro porque me toca.

Y es que en vez de servir a las personas, servimos supuestamente a las ideas, a las estructuras de poder, por aquello de “si me muevo no salgo en la foto”,  y esto me recuerda una vivencia de últimos de los setenta que viene muy bien al caso, cuando al comprar un cupón de los ciegos, un compañero de facultad me dijo que para qué compraba el cupón, si la situación de esas personas era culpa del sistema. Callé la boca, guardé mi cupón y seguí el camino. Y ahora muchos años después compruebo que esto es lo que están haciendo algunos  grupos políticos con las necesidades, carencias y miserias de muchos vecinos – 4.257.800 parados en 2016, hoy 3.702.974 - y ejemplos  tenemos muchos.

Si nadie está legitimado para matar a nadie por ideas, tampoco éstas deben perjudicar al prójimo, ya que el hambre, la miseria, la desesperación no tienen ideología, lo único que piden es alimento, ayuda, soluciones. No es lícito cruzarse de brazos y comprobar cuantos hambrientos se permite el sistema, y este tipo de conductas las leemos en la prensa a diario. Así no  hace mucho un diputado de la Junta del Principado increpó al consejero de Sanidad porque había desplazado pacientes a otros Hospitales cercanos, con la sana intención de resolver el problema y reducir la lista de espera. Vivir para ver. Pero detrás de esto está ,subyace, el eterno problema, la política de ideas : que no se resuelvan problemas, que se generen afectados, lo que menos importa es que el paciente tenga dolores, que aumente el descontento, que se hagan más hospitales públicos aunque los privados estén vacíos, que la economía pública  aumente en una región donde uno de sus males es la excesiva dependencia de la misma - aunque parece que algo se quiere cambiar y ya se ofrecen suelos industriales a empresas privadas-  y es que todos sabemos que algunos colectivos tienen su razón de existir, de presionar, de manipular, en la esfera pública y si ésta se incremente mejor, más presión, más poder. De eficiencia y gestión  de los servicios no hablan  y menos plantear propuestas revisionistas que permitan una mejora del sector. Otro tanto ocurre con las residencias para mayores del Principado, con una enorme lista de espera y eso que los precios son altos, y mientras muchas residencias privadas a medio uso. ¿Tan difícil es llegar a un acuerdo, a un convenio que obligue a las partes?¿Lo que ha funcionado en otros sectores no puede funcionar aquí?¿ O es preferible que los mayores estén abandonados y el problema aumente? Lo que menos importa es el usuario, la persona, la familia; lo único que les preocupa es la estructura política y  su proyección personal.

Creo que ha llegado el momento de pedir cordura y defender lo que funcione,  sea público o privado, y siempre lo prioritario debe ser la persona. A estas alturas mitificar lo público y denigrar lo privado es no ver la realidad o querer retrotraerse a épocas pasadas cuyos resultados no fueron óptimos (Bloque del Este) o a situaciones como  Venezuela, donde se da la paradoja que un país productor de petróleo no tiene combustible en sus gasolineras. El gratis no existe, todo cuesta, todo sale del bolsillo del contribuyente, trabaje donde trabaje, y éstos demandan un buen servicio a un precio adecuado y lo que no apluaden es la ineficacia y menos el derroche...No entender esto es despreciar a la inteligencia humana.


                                José Antonio Noval Cueto


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