domingo, 12 de marzo de 2017

“Si canto me dicen loco…”


Pero aun así quiero cantar, decir lo que siento, algo que uno se puede permitir cuando tiene el seis delante y no debe obligaciones y respetos más que a su conciencia, a su manera de entender la vida y vivirla, cuando prescinde de vanidades  -  nunca fui propenso a ellas- y después de experimentar  que para mantener sus constantes vitales con tres comidas al día le basta, y a ser posible en plato de postre.  Y es que en esta ceremonia de la confusión en que estamos instalados es necesario tomar precauciones y prioridades, pues por mucha luz artificial que exista, la noche es noche, y el día, día, y son estas evidencias y certezas las que nos permiten andar, hacer camino, y es que como uno no sabe de todo, bueno es que parcele, que coja posiciones, seguridades , que escuche al barbero de la esquina o al mismo Don Quijote cuando le dijo a Basilio que un sabio, sabio, formuló que en todo el mundo  no hay sino una sola mujer buena y que a cada  uno le iría bien si creyese que aquella sola era la suya. Técnica que parece que ha contribuido a disminuir el número de separaciones y divorcios en el último año.

Hace unos días coincidiendo con la entrega de los Oscar de Hollywood, una cadena televisiva tuvo el acierto de proyectar en la tarde de ese  sábado la primera película española que lo ganó ,en el año 1982 , que no es otra que “Volver a empezar”, cuyo director fue José Luis Garci, quien antes de la emisión hizo la presentación de la misma y confesó que  su finalidad no era otra que rendir homenaje a lo que calificó como “generación interrumpida”, término nuevo para mí y que considero acertado, pues  , en mi época de Facultad, se hablaba con más crudeza de “generación perdida”, algo que no encaja con el título del film, “Volver a empezar”, y vaya si se empezó. Afortunadamente las diferencias entre 1936 y la actualidad son inmensas y favorables, a pesar de la crisis y dificultades del momento, de ahí que carezca de todo fundamento querer enjuiciar la actualidad con el prisma de los años 30, donde por tener no teníamos ni bicicleta. Me refiero a la generación de nuestros padres, como es mi caso, o la de los abuelos, para los más jóvenes. Y una vez más pude comprobar la importancia de un buen guion, de un guion  sencillo,  pero muy bien hilado en torno a la figura del protagonista, el señor Don Antonio Miguel Albajara  - escritor de éxito que viene de recoger el galardón del premio Nobel, el Cela del momento - que vuelve a la ciudad de su infancia y juventud , que no es otra que Gijón y su cine Robledo -  de la que se ausento en el año 1938 por motivos que todos suponemos, y se reencuentra con amigos y con  Elena, la novia que tuvo que dejar….En la época de los efectos especiales, aquí no se prodigan,  se demuestra  una vez más que un buen guion, una historia real, con los medios técnicos precisos, una excelente y conocida música, con pocos personajes, con no mucha inversión y en manos de un buen director se puede conseguir el éxito,  el máximo galardón del cine, y por si esto no fuera bastante, convertirse en emblema de Gijón, del Sporting, de sus gentes y de sus aficionados, que no es poco.

En esta impresión personal mía, lo que más  me ha llamado la atención es la  ternura de los protagonistas, a pesar de su edad, el recuerdo de aquel amor vivido que ahora momentáneamente  y pasajeramente actualizan. No es un amor  de usar y tirar, perruno,  es un amor donde se comparte vivencias, recuerdos e incluso imposibles – el señor Albajara tiene un cáncer terminal - . Es un amor noble, responsable, que evoca las conductas y formas de comportamiento de su juventud. Nos trasladan la atmósfera de otra época, muy diferente de la actual, donde la ternura, la consideración, el respeto era lo habitual. Los protagonistas reviven por unos días - el tiempo de la estancia del escritor en Gijón-  un amor interrumpido en aquel entonces por la guerra y ahora, próximamente, por la muerte.

Una vez más esta estupenda película nos lleva a responder una pregunta que ya hace algún tiempo se planteó Albert Einstein y que la sociedad de la postverdad y la etiqueta aún no ha contestado ni quiere hacerlo, pues prefiere la indefinición, lo impreciso, lo confuso, ni blanco ni negro, ni mujer ni hombre, ni joven ni viejo…que sean las circunstancias, el cambio climático, la publicidad, la inconsciente mayoría quien  decida , porque lo sencillo , lo real, lo verdadero no va con ellos, prefieren el bosque antes que el árbol.

Pero yo, estimado lector, que no me tengo ni por loco ni por cobarde , y más desde que el vino combate la diabetes, quiero completar la jota que dice: “Si canto me dicen loco, si no canto cobarde…si bebo vino, borracho, si no bebo miserable...” y trasladar y responder las palabras del eminente científico que dicen: “ Hay dos formas de ver la vida: una es creer que no existen milagros; la otra es creer que todo es milagro”. Sé que la respuesta es personal, pero aun así, estimado lector, permíteme  que te diga la mía por si  te fuera de utilidad  y es que desde que me levanto hasta que me acuesto sé , percibo, siento  que todo es milagro – omito más explicaciones -. Si alguno cree que ha estado o está en error, recuerde que  es de humanos “Volver a empezar”...Un saludo


                                                 José Antonio Noval Cueto.

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